EL TROPERO SOSA

Dicen que tenía la tez trigueña, pero no de nacimiento sino que el sol se la tiñó en sus infinitos viajes entre Mendoza y Buenos Aires. En ese camino, en el que casi hizo surcos de tanto andarlo, sólo era acompañado por los yuyos que bailaban en los remolinos. Era uno de los comerciantes más populares de su época y a pesar de ser analfabeto, se las ingeniaba para hacer buenos negocios. Pero se hizo leyenda cuando decidió ponerle el hombro a la campaña libertadora del General San Martín. Pedro Sosa es de esas personas que perdieron identidad detrás del nombre de una calle o de un barrio. A tal punto que, como dice Carlos Raffo, del centro tradicionalista Tropero Sosa, “hay gente que cree que se llama tropero”. El “tropero” Sosa fue uno de los mendocinos que más hizo, en materia logística, para gestar la campaña de San Martín hacia Chile. Pero es de los que quedaron detrás de la enorme estampa del general.El hombre se dedicaba a llevar y traer mercaderías del puerto de Buenos Aires. Una especie de transportista de entonces, sólo que en vez de camiones usaba carretas de cuero y paja y bueyes para tirarlas. En la época, comienzos del siglo XIX, los troperos y arrieros eran quienes también traían las novedades de las grandes ciudades. Entre las mercaderías comunes estaban los granos, la ropa de moda y alguna botella de alcohol de contrabando. Dicen que Sosa era corajudo como pocos y que varias veces debió enfrentar, mientras el sol jugaba en el brillo de los pedregales, a malones de indígenas que pretendía asaltarlo en los desérticos caminos hacia la capital. Y ese coraje es el que lo hizo pasar a la historia. San Martín necesitaba de las provisiones que Pueyrredón le había prometido para la campaña libertadora que debía iniciarse en enero de 1817. Y los tiempos se acortaban. Entonces mandó a llamar a todos los troperos y les pidió que alguno hiciera el viaje a Buenos Aires para traer cañones, pólvoras y herraduras, en la mitad del tiempo normal (que era de 70 días) a cambio de doble paga. Y sólo uno aceptó el desafío: Pedro Sosa. El hombre partió tomando Las Cañuelas (actual calle Ituzaingó), se encomendó a la Virgen del Buen Viaje y salió a remontar el desierto. Y en sólo 41 días estuvo de vuelta en Mendoza, cerca de la Navidad de 1816, con la mercadería y con sus bueyes agonizando por el esfuerzo. “Aazotes y reventando bueyes”, dijo entonces Sosa que logró la hazaña. Otra participación fundamental de Sosa en la campaña fue la preparación de las 1.500 mulas que usarían los soldados para cruzar la cordillera.En esos contactos entabló una amistad particular con San Martín que duró por siempre. Incluso, desde el exilio, el general le escribió varias cartas que, por no saber leer, Sosa guardaba con pudor hasta que sus hijos pudieran leérselas.

TOMAS GUIDO EL GENERAL SANMARTINIANO

Tomás Guido, el noble y fiel amigo de nuestro querido General San Martín, fue el general que llevo los ideales sanmartinianos al máximo de su expresión, como no podía ser menos sus restos descansan en paz y eterna gloria junto al padre de nuestra patria en la catedral de Buenos Aires.
Desde muy joven participo en los sucesos de Mayo, y casi adolescente le tocó actuar en las heroicas jornadas del 3 de julio de 1807, en la defensa de Buenos Aires. Guido fue el cronista militar más importante de las campañas del ejército libertador. Colorido, profundo en sus juicios, era infatigable en la realización de sus trabajos y de su numerosa correspondencia, pero el enunciaba que "mucho más importante que escribir sobre la revolución, es contribuir personalmente a realizarla".
En materia historiográfica, los trabajos póstumos que publicó en la "Revista de Buenos Aires" tienen un significado muy importante como documento y testimonio de la época.
Fue un hombre de la unidad nacional, en el más amplio concepto. En su momento le dijo a Rosas "ayude a constituir la provincia a apaciguar los odios, a buscar en la ley y en el respeto del derecho la única base de la felicidad de la patria".
En el Senado de Paraná -en tiempos de la Confederación-, hablaba con independencia y libertad. Se lo veía levantar su cabeza encanecida para recomendar la templanza y la conciliación, y no por ello abandonaba la firmeza en sus creencias o concepciones políticas.
Como diplomático su habilidad fue proverbial, pudiendo asegurarse que dejó siempre amigos donde el gobierno argentino lo enviara. Su talento como negociador lo brindó en los terribles días de la guerra de la Independencia, cuando participó personalmente en las negociaciones con el enemigo, en Miraflores, y las conferencias de Torre Blanca y Punchauca.
El cronista de la Revolución
Tomás Guido había nacido en Buenos Aires, el 1º de setiembre de 1788, hijo de Pedro Guido y Sanz, comerciante español, y de doña Juana de Aoiz y Martínez. Realizó estudios en el Colegio de San Carlos, que debió abandonar por falta de recursos económicos.
Muy joven, asistió a las primeras reuniones de los revolucionarios que participarían en el movimiento de Mayo de 1810. Producida la revolución fue nombrado oficial de la secretaría de Gobierno. Al año siguiente acompañó a Mariano Moreno como su secretario. En los brazos de Tomás Guido fallecería el líder de la revolución, y fue Guido quien tuvo la triste misión de arrojar desde la fragata "Fama" al mar, los restos de Moreno.
Comenzaba así para el joven revolucionario una larga vida dedicada a la causa de la liberación americana, cuyo bautismo de fuego lo tuvo, casi adolescente, durante la defensa de Buenos Aires en 1806, rechazando la invasión inglesa.
En 1812, Guido regresó a Buenos Aires, y tras algunas misiones administrativas marchó a Charcas, y luego a Tucumán, donde se vinculó con San Martín y Belgrano.
No fue el mero cronista de la campaña militar libertadora. En más de una oportunidad, su intervención tuvo decisiva importancia para convencer a los hombres de Buenos Aires sobre los proyectos de San Martín. El 20 de mayo de 1816 presentó Guido al Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, su célebre "Memoria", surgida a raíz de conversaciones sostenidas con San Martín en la hacienda de Saldán, en Córdoba. Allí el Libertador le había impuesto la necesidad de transportar las armas argentinas a Chile en contra de las ideas de seguir la Campaña por el Alto Perú.
Guido, en su "Memoria", luego de hacer un examen prolijo de la situación imperante, estudió los medios más eficaces para combatir los peligros que amenazaban a la causa americana. Así llegó a la conclusión de que la ocupación de Chile era el objetivo principal que a su juicio debía proponerse al gobierno. En ese informe habla de las medidas defensivas que era necesario adoptar para emprender la ofensiva sobre Chile, señalando la necesidad de apoderarse del mar para obrar en combinación con las fuerzas de tierra, recomendando que se enviasen emisarios secretos al país trasandino para levantar a las poblaciones, medidas que permitirían formar un ejército que atravesaría la Cordillera con 6.000 hombres en dos meses.
Expresaba en la "Memoria" que la sola noticia de una victoria de Chile bastaría para inflamar al espíritu de los pueblos. También desorientaría y desalentaría al ejército de Pezuela. Analizaba después las ventajas financieras que produciría el plan, y la influencia que tendría su realización en las relaciones con el Brasil, para diagnosticar que la independencia de Chile -país aliado a las Provincias- aseguraría la independencia de América.
El general Balcarce, interinamente a cargo del gobierno, le contestó afirmativamente, y Pueyrredón también fue de idéntica opinión.
Las campañas de Chile y de Perú
Después de la batalla de Chacabuco, pasó Guido al país trasandino reclamado por San Martín. El 1º de abril de 1817 fue incorporado al ejército con el grado de teniente coronel, con el que asumió las funciones de secretario de guerra y marina, y de representante ante el gobierno de Chile. Durante tres años desempeñó esas delicadas tareas, y su pensamiento y acción lo testimonia la copiosa correspondencia que existe sobre su actividad. Aparte de su labor administrativa y diplomática, acompañó a San Martín en toda la Campaña de Chile, y colaboró en la proyección de la empresa del Perú.
El gobierno lo promovió a coronel del ejército, el 14 de mayo de 1818. En la misma época, San Martín le otorgó la medalla de Chacabuco, que devolvió por no haber participado en dicha acción, y el gobierno de Chile le concedió la condecoración de la "Legión del Mérito", consejero de la Orden, y el grado de coronel de su ejército por despachos del 20 de junio de 1820. Acompañó Guido a San Martín en la campaña del Perú, en clase de primer edecán y además de su contribución como militar, atendió los negocios que el Gran Capitán no pudo atender, resolviendo la parte económica de la empresa con sus contactos con distintos sectores del país.
Negoció exitosamente con el enemigo realista en Miraflores ; participó de las negociaciones en Guayaquil, Torre Blanca y Punchauca. Asistió a la entrada solemne del Libertador en Lima, a los dos sitios del Callao, estipulando en setiembre de 1821 la rendición de la fortaleza, de la que fue nombrado después gobernador.
Perteneció a los fundadores de la Orden del Sol, siendo ascendido a coronel mayor de los ejércitos del Perú, el 12 de julio de 1821. Posteriormente fue consejero de Estado y ministro de guerra. Luego de la histórica entrevista de Guayaquil entre San Martín y Bolívar, del 26 de julio de 1822, en la que el Gran Capitán se retiró de la escena política y militar, Guido dejó personal testimonio de la salida de aquel del Perú. Continuó colaborando con Bolívar y Sucre, en la terminación de la guerra de la Independencia.
En el Perú, fue designado conjuez del Supremo Consejo Militar, el 4 de octubre de 1823. Posteriormente fue jefe del Estado Mayor del Ejército del Centro y ministro general de Gobierno del General Mariano Necochea, desde el 20 de febrero de 1824. Alcanzó, el grado de general de brigada en los ejércitos del Perú con el que regresó al país en 1826.
Rivadavia le reconoció jerarquía de Coronel mayor, el 7 de julio de 1827, el presidente provisorio, don Vicente López y Planes lo designó ministro de Guerra y fue electo diputado a la Sala de Representantes de Buenos Aires.
El 29 de agosto de 1829, Rosas lo ratificó en su cargo de ministro de Guerra y Relaciones Exteriores, en el cual lo habían designado anteriormente Lavalle y Viamonte. Siguió en el cargo hasta 1830. Tres años más tarde, Guido volvió a ocupar el cargo y desde 1840 a 1851 fue el representante argentino ante el gobierno del Brasil. Al triunfar Urquiza lo llamó a colaborar con su gobierno y en 1855 resultó electo senador por San Juan. En 1857 fue electo vicepresidente del Senado de la Confederación y fue ascendido a brigadier general de los ejércitos de la República.
Acompañó a Urquiza en 1859 al Paraguay e intervino en las gestiones pacíficas entre ese país hermano con los Estados Unidos, enfrentados circunstancialmente. Los Estados Unidos habían enviado una escuadra hasta el Río de la Plata con la intención de desembarcar en Asunción.
Se había casado en Chile con María del Pilar Spano, que le dio cuatro hijos : José Tomás, Daniel, María del Pilar y el poeta Carlos Guido Spano.
Guido falleció en su quinta de Alsina y Cevallos, el 14 de setiembre de 1866. Fue un militar de estirpe sanmartiniana, abnegado, arquetipo de un país libre y pujante. Como San Martín, nunca desenvainó la espada para derramar sangre de sus hermanos.

SAN MARTIN Y SU FE RELIGIOSA

En San Martín, como en los demás héroes de nuestra emancipación -Manuel Belgrano, José María Paz, Gregorio Aráoz de La Madrid, Juan Gregorio de Las Heras, José Matías Zapiola, para citar a algunos de ellos- el fragor de las armas no fue óbice de su fe religiosa, que mantuvieron incontaminada en la guerra y en la paz. El 9 de marzo de 1812 llegaban al puerto de Buenos Aires José de San Martín, Carlos de Alvear, José Matías Zapiola y otros patriotas. Venían a ofrecer sus servicios a la causa de la emancipación. Siete días después, el gobierno le encomendaba a San Martín la formación del Regimiento de Granaderos a Caballo. Llama la atención que el prócer incluyera en el quehacer cotidiano y semanal del regimiento las prácticas del buen cristiano. Lo recuerda el coronel Manuel A. Pueyrredón en sus “Memorias”:“Después de la lista de diana se rezaban las oraciones de la mañana, y el rosario todas las noches en las cuadras, por compañías, dirigido por el sargento de la semana. El domingo o día festivo el regimiento, formado con sus oficiales, asistía al santo oficio de la misa que decía en el Socorro el capellán del regimiento.” Agrega Pueyrredón: “Todas estas prácticas religiosas se han observado siempre en el regimiento, aún mismo en campaña. Cuando no había una iglesia o casa adecuada, se improvisaba un altar en el campo, colocándolo en alto para que todos pudiesen ver al oficiante.”El 12 de setiembre de 1812, San Martín contrajo enlace con María de los Remedios de Escalada. El día 19 del mismo mes, los cónyuges recibieron las bendiciones solemnes en la misa de velaciones, en que comulgaron, según consta en la partida matrimonial conservada en el archivo de La Merced. Tras una fugaz actuación en el norte, con el Ejército Auxiliar del Alto Perú, San Martín recibió el nombramiento de Gobernador- Intendente de Cuyo el 10 de agosto de 1814. Meses después comenzaba la preparación del ejército que había de luchar en Chile y Perú. En él también introdujo el Libertador las prácticas religiosas. Es testigo de excepción el general Gerónimo Espejo, quien así lo expresó: “Los domingos y días de fiesta se decía misa en el campamento y se guardaba como de descanso... Los cuerpos formaban al frente del altar en columna cerrada, estrechando las distancias, presidiendo el acto el general acompañado del Estado Mayor. Concluida la misa, el capellán - José Lorenzo Güiraldes- dirigía a la tropa una plática de treinta minutos, poco más o menos.Pocos días antes de iniciar el cruce de los Andes, San Martín quiso proclamar a la Virgen del Carmen patrona del ejército y proceder, en ese acto, al juramento a la bandera. El 5 de enero de 1817 se cumplió la ceremonia, que describieron dos testigos presenciales: Gerómino Espejo y Damián Hudson. A las diez de la mañana entraban las tropas en la ciudad. Junto a la iglesia de San Francisco se formó la procesión. Marchaban en pos de la imagen de la Virgen “el general San Martín, de gran uniforme, con su brillante Estado Mayor y lo más granado de la sociedad mandolina.”Hubo misa solemne, panegírico del capellán Güiraldes y tedéum. Se organizó de nuevo la procesión encabezada por el clero. “Al asomar la bandera junto con la Virgen, consigna Espejo, los cuerpos presentaron armas y batieron a marcha. El regocijo y la conmoción rebasaron toda medida cuando, al salir la imagen para colocarla en el altar, el general San Martín le puso su bastón de mando en la mano derecha, declarándola así, en la advocación que representaba, patrona del Ejército de los Andes.” La ceremonia concluyó con la ovación a la bandera y un brillante desfile. El 12 de febrero de 1818, se cumple en Santiago el acto formal de la proclamación de la independencia de Chile, con tedéum y misa. Un mes después, el 14 de marzo, se realiza en la catedral capitalina una ceremonia religiosa de consagración a la Virgen, bajo los términos de este bando:“El excelentísimo señor Director Supremo resuelve, con acuerdo y solicitud de todos los cuerpos representantes del Estado, declarar y jurar solemnemente por patrona y generala de las armas de Chile, a la sacratísima reina de los cielos María Santísima del Carmen, esperando con la más alta confianza que bajo su augusta protección triunfarán nuestras armas de los enemigos de Chile. Que para monumento de la determinación pública y obligatoria, y con la segura esperanza de la victoria, hace voto solemne el pueblo de erigir una capilla dedicada a la Virgen del Carmen, que sirva de distinguido trofeo a la posteridad y de estímulo a la devoción y religiosa gratitud, en el mismo lugar que se verifique el triunfo de las armas de la patria.” La batalla de Maipú, ganada el 5 de abril de 1818, decidió el sitio exacto para construir la capilla prometida.Mencionaremos dos documentos de la devoción de San Martín a la Virgen. El primero, es la carta que el prócer escribió en Mendoza el 12 de agosto de 1818, destinada al guardián del convento de San Francisco: “La decidida protección que ha presentado al ejército su patrona y generala, nuestra Madre y Señora del Carmen, son demasiado visibles. Un cristiano reconocimiento me estimula a presentar a dicha Señora (que se venera en el convento que rige vuestra paternidad) el adjunto bastón como propiedad suya, y como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho ejército.” El otro, es una nota del general Manuel de Olazábal, conocida hace pocos años y adjunta a un viejo rosario que fue donado al Regimiento de Granaderos a Caballo, de Buenos Aires. Su publicación habrá sorprendido a quienes se figuraban un San Martín no religioso. El objeto está identificado como rosario de madera del monte de los Olivos, perteneciente al general San Martín, a quien se lo regalara la hermana de caridad que cuidó de él después de la batalla de Bailén contra los franceses, en 1808, en la que fue herido ligeramente. La expedición al Perú fue la última gran campaña de San Martín. El 9 y 10 de julio de 1821, entraba el ejército en Lima y el 28 se juraba la independencia del Perú. Al día siguiente hubo tedéum en la catedral y pontificó el arzobispo. San Martín promulgó el Estatuto Provisional del 8 de octubre de ese año, para regular los actos de su gobierno, con este primer artículo:“La religión católica, apostólica, romana es la religión del Estado. El gobierno reconoce como uno de sus primeros deberes el mantenerla y conservarla por todos los medios que estén al alcance de la prudencia humana. Cualquiera que ataque en público o en privado sus dogmas y principios, será castigado con severidad a proporción del escándalo que hubiere dado.”El Protector jura y suscribe este Estatuto, como norma de su gobierno. La oración patriótica del presbítero Mariano José de Arce, pronunciada en esa oportunidad, deja una impresión serena de la situación creada en el Perú con el advenimiento de San Martín: “Las desgracias iban preparando el camino de nuestra felicidad en las manos paternales de la providencia... Su sabiduría eterna suscita un genio benéfico a las orillas del río de la Plata: lo adorna con la prudencia, con la justicia y la fortaleza, para que fuese ornamento y consuelo de la humanidad; le da la victoria de Chacabuco y Maipú, para hacer libre a una nación tan digna de serlo, como escarmentando a los opresores y, últimamente, lo hace arribar a nuestras playas arenosas el día de la natividad de María Nuestra Señora en el año que acaba de correr. Aquí empieza la época de la felicidad del Perú.”Después de la famosa entrevista de Guayaquil con el Libertador Bolívar, San Martín decidió retirarse a la vida privada. Se despidió con actos que llevan el sello de sentida religiosidad. El 22 de agosto de 1822, ordenaba que hubiese en la catedral unas grandes vísperas en honor de nuestra patrona Santa Rosa, y el día 30, una solemne misa y procesión. El 20 de setiembre debía reunirse el Congreso para recibir las insignias del mando supremo. San Martín publicó un decreto en orden a su instalación y las funciones religiosas que debían anteponérsele en la catedral:“Ocupados los asientos respectivos, empezará la misa votiva del Espíritu Santo, que cantará el deán eclesiástico. Concluida, se entonará el himno Veni sancte spiritus y enseguida el deán hará una ligera exhortación a los diputados, sobre la protestación de la fe y juramento que deben prestar. La fórmula de éste será leída en alta voz por el ministro de Estado en el Departamento de Gobierno, concebido en los términos siguientes:¿Juráis conservar la santa religión católica, apostólica, romana como propia del Estado y conservar en su integridad el Perú? San Martín partió ese mismo día con destino a Chile.
(Transcripto de la página web del Instituto Nacional Sanmartiniano)

COMPARACION DE LAS HAZAÑAS DE SAN MARTIN Y NAPOLEON

En un trabajo publicado en la revista “Todo es Historia”, Nº 16 del mes de agosto de 1968, titulado “El paso de los Andes”, el historiador Guillermo Furlong S.J. detalló la epopeya andina que realizó el Padre de la Patria.Dice Furlong: “El general Leopoldo R. Ornstein que con tanto saber histórico y militar se ha ocupado del paso de los Andes, ha escrito que algunos tratadistas han establecido un parangón entre el paso de los Andes, con el de los Alpes por Aníbal, primeramente, y por Napoleón después. La similitud es muy relativa, por cuanto difieren en forma muy pronunciada las dimensiones y características geográficas del teatro de operaciones, como también los medios y recursos, con que fueron superadas en cada caso ambas cadenas orográficas. Esas diferencias son, precisamente, las que presentan la hazaña de San Martín como algo único en su género”. En efecto: Aníbal cruzó los Alpes por caminos que, ya en esa época, eran muy transitados, por ser vías obligadas de intercambio comercial y aunque no pueda afirmarse que su transitabilidad fuese fácil, tampoco debe considerarse que pudiera representar grandes dificultades, puesto que el general cartaginés pudo llevar consigo elefantes, carros de combate y largas columnas de abastecimiento. San Martín atravesó los Andes por empinadas y tortuosas huellas, por senderos de cornisa, que sólo permitían la marcha en fila india, imposibilitado materialmente de llevar vehículos y debiendo conducir a lomo de mula su artillería, municiones y víveres, aparte de haber tenido que recurrir a rústicos cabrestantes e improvisados trineos para salvar las más abruptas pendientes con sus cañones. ¿Habría podido Aníbal fraquear las cinco cordilleras de la ruta de los Patos, escalando con elefantes y vehículos los 5.000 metros del paso Espinacito? Terminemos estas líneas -sigue diciendo Furlong- recordando cómo Vicente Fidel López nos dice que “los escritores alemanes de la escuela de Federico, en una época (1852) en que buscaban ejemplos y lecciones para su ejército, consideraron digno de ser estudiado el paso de los Andes, como un modelo, deduciendo de él enseñanzas nuevas para la guerra”.
En su artículo, Furlong realizó un gráfico comparando dos hazañas: El cruce de los Alpes por Napoleón y el cruce de los Andes por San Martín:
NAPOLEÓN, conduce el grueso de su ejército por el Gran San Bernardo, salvándolo a 2.500 metros de altura, con todos sus vehículos y artillería, incluso la pesada.
SAN MARTÍN, conduce el grueso de su ejército por la ruta de los Patos y traspone 5 cordilleras, de las cuales la más elevada es franqueada por el Espinacito, a 5.000 metros de altura, sin poder llevar ningún rodado.
NAPOLEÓN, acompaña el avance principal con cuatro destacamentos secundarios: Destacamento Thurreau, por el Monte Cenis (3.600 metros). Destacamento Chabrán, por el Pequeño San Bernardo (2.200 metros). Destacamento Moncey, por el San Gotardo (2.100 metros).
SAN MARTÍN, acompaña el avance principal con una división menor y cuatro destacamentos secundarios:División Las Heras, por los pasos Iglesia (3.400 mts.) y Bermejo (3.300 mts.). Destacamento Zelada, por el paso Come-Caballos (4.100 mts.). Destacamento Cabot, por el paso de Guana (4.200 mts.). Destacamento Lemos, por el paso Portillo y paso Pluquenes (4.500 mts.)Destacamento Freire, por el paso Planchón (3.800 mts.).
Amplitud del frente de operaciones:

NAPOLEÓN: 160 kms.; SAN MARTÍN: 800 kms.

El ancho de la zona montañosa cruzada por:

NAPOLEÓN fue de 100 kms., mientras que la cruzada por SAN MARTÍN, fue de 350 kms.
Alturas máximas franqueadas:

NAPOLÉON: con el grueso, 2,500 mts., con destacamentos, 3.600 mts. SAN MARTÍN: con el grueso, 5.000 mts., con destacamentos, 4.500 mts. Recorridos máximos y mínimos NAPOLEÓN: 280 y 135 kms., respectivamente.

SAN MARTÍN: 750 y 380 kms. respectivamente.

NAPOLEÓN pudo contar con recursos: en la zona alpina existían varios centros poblados y valles con producciones diversas.

SAN MARTÍN no pudo contar con recursos: en la zona andina era total la ausencia de poblaciones. Los valles eran áridos sin productos de ninguna clase.
Tomado de: El Restaurador, nº 4, septiembre 2007, pág. 16

EL GLORIOSO GENERAL GÜEMES

Martín Miguel de Güemes, el líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus tácticas guerrilleras, nació en Salta el 8 de febrero de 1785. Estudió en Buenos Aires, en el Real Colegio de San Carlos. A los catorce años ingresó a la carrera militar y participó en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas como edecán de Santiago de Liniers. En esas circunstancias fue protagonista de un hecho insólito: la captura de un barco por una fuerza de caballería. Una violenta bajante del Río de la Plata había dejado varado al buque inglés "Justine" y el jefe de la defensa, Santiago de Liniers ordenó atacar el barco a un grupo de jinetes al mando de Martín Güemes.
Tras la Revolución de Mayo, se incorporó al ejército patriota destinado al Alto Perú y formó parte de las tropas victoriosas en Suipacha. Regresó a Buenos Aires y colaboró en el sitio de Montevideo.
Pero Güemes no olvidaba su Salta natal, a la que volverá definitivamente en 1815. Gracias a su experiencia militar, pudo ponerse al frente de la resistencia a los realistas, organizando al pueblo de Salta y militarizando la provincia. El 15 de mayo de 1815 fue electo como gobernador de su provincia, cargo que ejercerá hasta 1820.
A fines de noviembre de 1815, tras ser derrotado en Sipe Sipe, Rondeau intentó quitarle 500 fusiles a los gauchos salteños. Güemes se negó terminantemente a desarmar a su provincia. El conflicto llegó a oídos del Director Supremo Álvarez Thomas quien decidió enviar una expedición al mando del coronel Domingo French para mediar en el conflicto y socorrer a las tropas de Rondeau varadas en el norte salteño. Rondeau parecía más preocupado por escarmentar a Güemes y evitar el surgimiento de un nuevo Artigas en el Norte que por aunar fuerzas y preparar la resistencia frente al inminente avance español. Finalmente, el 22 de marzo de 1816 se llegó a un acuerdo: Salta seguiría con sus métodos de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y brindaría auxilio a las tropas enviadas desde Buenos Aires.Dos días después, iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán que designó Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. El nuevo jefe del ejecutivo viajó a Salta ante las críticas y sospechas de muchos porteños, que dudaban de la capacidad militar de Güemes y sus gauchos. Pueyrredón quedó tan conforme que ordenó que el ejército del Norte se retirara hasta Tucumán y ascendió al caudillo salteño al grado de coronel mayor.
San Martín apoyó la decisión de Pueyrredón y confirmó los valores militares y el carisma de Güemes y le confió la custodia de la frontera Norte. Dirá San Martín: "Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado".
Belgrano también valoraba la acción de Güemes. De esta forma nació entre ellos una gran amistad. Esto le dice Güemes a su amigo en una carta: "Hace Ud. Muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas".
A principios de 1817, Güemes fue informado sobre los planes del Mariscal de la Serna de realizar una gran invasión sobre Salta. Se trataba de una fuerza de 3.500 hombres integrada por los batallones Gerona, Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión. Eran veteranos vencedores de Napoleón. Güemes puso a la provincia en pie de guerra. Organizó un verdadero ejército popular en partidas de no más de veinte hombres.
El 1º de marzo de 1817, Güemes logró recuperar Humahuaca y se dispuso a esperar la invasión. Los realistas acamparon en las cercanías. Habían recibido refuerzos y ya sumaban 5.400. La estrategia de Güemes será una aparente retirada con tierra arrasada, pero con un permanente hostigamiento al enemigo con tácticas guerrilleras. En estas condiciones las fuerzas de La Serna llegaron a Salta el 16 de abril de 1817. El boicot de la población salteña fue absoluto y las tropas sufrieron permanentes ataques relámpago. El general español comenzó a preocuparse y sus tropas empezaron a desmoralizarse. No lo ayudaron las noticias que llegaron desde Chile confirmando la victoria de San Martín en Chacabuco. De la Serna decidió emprende la retirada hacia el Alto Perú.
Las victorias de San Martín en Chile y de Güemes en el Norte permitían pensar en una lógica ofensiva común del ejército del Norte estacionado en Tucumán a las órdenes de Belgrano y los gauchos salteños hacia el Alto Perú. Pero lamentablemente las cosas no fueron así. La partida de San Martín hacia Lima, base de los ejércitos que atacaban a las provincias norteñas, se demorará en Chile por falta de recursos hasta agosto de 1820. Belgrano, por su parte, será convocado por el Directorio para combatir a los artiguistas de Santa Fe. Güemes y sus gauchas estaban otra vez solos frente al ejército español.En marzo de 1819, se produjo una nueva invasión realista. Güemes se preparaba nuevamente a resistir. Sabía que no podía contar con el apoyo porteño: su viejo rival José Rondeau era el nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas. La prioridad de Rondeau no era la guerra por la independencia sino terminar con el modelo artiguista en la Banda Oriental, que proponía federalismo y reparto de tierras. El nuevo director llegó a ordenarle a San Martín abandonar su campaña libertadora hacia el Perú y regresar a Buenos Aires con su ejército para reprimir a los federales. San Martín desobedeció y aclaró que nunca desenvainaría su espada para reprimir a sus compatriotas.
El panorama de la provincia de Salta era desolador. La guerra, permanente, los campos arrasados y la interrupción del comercio con el Alto Perú habían dejado a la provincia en la miseria. Así lo cuenta Güemes en una carta a Belgrano: "Esta provincia no me representa más que un semblante de miseria, de lágrimas y de agonías. La nación sabe cuántos y cuán grandes sacrificios tienen hechos la provincia de Salta en defensa de su idolatrada libertad y que a costa de fatigas y de sangre ha logrado que los demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego; pues en premio de tanto heroísmo exige la gratitud que emulamos de unos sentimientos patrióticos contribuyan con sus auxilios a remediar su aflicción y su miseria". Pero los auxilios no llegaron nunca y la situación se hacía insostenible porque las clases altas de Salta le retaceaban su apoyo por el temor de aumentar el poder de Güemes y por la desconfianza que le despertaban las partidas de gauchos armadas a los que sólo toleraban ver en su rol de peones de sus haciendas. El gobernador Güemes tomó la decisión de aplicarles empréstitos forzosos sobre sus fortunas y haciendas.
En 1820, la lucha entre las fuerzas directoriales y los caudillos del Litoral llegó a su punto culminante con la victoria de los federales en Cepeda. Caían las autoridades nacionales y comenzaba una prolongada guerra civil. En ese marco, se produjo una nueva invasión española. En febrero, general Canterac ocupó Jujuy y a fines de mayo logró tomar la ciudad de Salta. San Martín, desde Chile, nombró a Güemes y le pidió que resistiera y le reiteró su absoluta confianza nombrándolo General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú. A Canterac no le irá mejor que a La Serna: terminará retirándose hacia al Norte.
El año 1821, fue sumamente duro para Güemes porque a la amenaza de un nuevo ataque español se sumaron los problemas derivados de la guerra civil. Güemes debía atender dos frentes militares: al Norte, los españoles; al Sur, el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz que, aliado a los terratenientes salteños, hostigaba permanentemente a Güemes, que será derrotado el 3 de abril de 1821. El Cabildo de Salta, dominado por los sectores conservadores, aprovechó la ocasión para deponer a Güemes de su cargo de gobernador. Pero a fines de mayo Güemes irrumpió en la ciudad con sus gauchos y recuperó el poder. Todos esperaban graves represalias, pero éstas se limitan a aumentar los empréstitos forzosos a sus adversarios.
Estas divisiones internas debilitaron el poder de Güemes y facilitaron la penetración española en territorio norteño. Los sectores poderosos de Salta no dudaron en ofrecer su colaboración el enemigo para eliminar a Güemes.El coronel salteño a las órdenes del ejército español José María Valdés, alias "Barbarucho", buen conocedor del terreno, avanzó con sus hombres y ocupó Salta el 7 de junio de 1821. Valdés contó con el apoyo de los terratenientes salteños, a los que les garantizó el respeto a sus propiedades.
Güemes estaba refugiado en casa de su hermana Magdalena Güemes de Tejada, "Macacha". Al escuchar unos disparos, decidió escapar a caballo pero, en la huída, recibió un balazo en la espalda. Llegó gravemente herido a su campamento de Chamical con la intención de preparar la novena defensa de Salta. Reunió a sus oficiales y les transfirió el mando y dio las últimas indicaciones. Murio el 17 de Junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta, a los 36 años. El pueblo de Salta concurrio en masa a su entierro y el 22 de Julio le brindó el mejor homenaje al jefe de la guerra gaucha: liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, los gauchos de Güemes derrotaron a "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.
Los restos del General descansan en el Panteón de las Glorias del Norte de la República, ubicado en la Catedral Basílica de Salta.
Se convirtió en el único general argentino caído en acción de guerra externa. Sus ideales de libertad, su desprecio al materialismo, su amor a la Patria y su temple inclaudicable son el motor que impulsa a quienes lo llevan en su corazón y que cada vez que pronuncian su nombre le rinden emocionado homenaje al recordarlo. Porque Güemes sigue cabalgando y guiando a sus compatriotas. Viva el General Güemes!!

LA VIDA DEL GENERAL SAN MARTIN EN CONSTANTE PELIGRO

La vida del General San Martín estuvo permanentemente en riesgo pero Dios y su Ángel guardián estuvieron presentes para que el mundo vislumbrara a uno de los personajes más importantes de la historia.
La primer amenaza la sufrió a los veintidós años, cuando era teniente de los ejércitos reales de España y fue atacado por cuatro forajidos que lo asaltaron y lo dejaron agonizando en el camino de Valladolid a Salamanca. Lo salvó el general Francisco Negrete que por fortuna lo encontró a un costado del sendero.
La segunda vez tenía treinta años, estuvo a punto de ser ejecutado por el enardecido pueblo español. Ocurrió en Cádiz, a fines de mayo de 1808. Las hordas acusaban erróneamente de ser afrancesados a los oficiales españoles. El general Francisco María Solano se escondió en un mueble, pero fue descubierto. Lo acuchillaron y ahorcaron. San Martín, que estaba con él, logró huir de un grupo furioso que lo perseguía y un monje capuchino lo metió en su convento. Al día siguiente lo sacaron disfrazado de la ciudad.
Pero los riesgos continuaron, su Ángel de la Guarda tuvo mucho trabajo, sin duda fue ayudado muy eficazmente por los tres “Juanes”. El 23 de junio de 1808, en el Combate de Arjonilla, al frente de sus hombres en la carga a los franceses. Un oficial enemigo notó que San Martín era uno de los que mandaban, y entonces les gritó a sus guerreros que fueran a atacarlo. Enseguida lo rodearon, pero él se defendió fieramente con su sable corvo. De repente, alguien empujó su caballo y lo hizo caer y rodar por el suelo. San Martín estaba a merced de los enemigos cuando, de la nada, el soldado Juan de Dios se hizo presente y derribó a un francés, luchó con otros dos y hasta sirvió de escudo humano para proteger a nuestro futuro prócer. Juan de Dios quedó gravemente herido, ¡pero siguió peleando como si nada! Un sargento de la Caballería de Borbón ayudó a San Martín a ponerse de pie y le ofreció su caballo. Los españoles ganaron la batalla, San Martín fue ascendido y Juan de Dios, condecorado. Y afortunadamente para nosotros, la historia del Libertador continuó escribiéndose, gracias a su primer salvador.
El 3 de febrero de 1813, se llevó a cabo el Combate de San Lorenzo. En un momento crucial, el caballo de San Martín cayó sobre él, dejándolo herido y atrapado. Un soldado enemigo se dio cuenta, se acercó y le hizo un tajo en la cara mientras otro se preparaba para atacarlo con su bayoneta. Cuando parecía el fin del Libertador, apareció su segundo ángel: el granadero puntano Juan Bautista Baigorria que derribó al soldado realista y salvó a San Martín. Enseguida, el correntino Juan Bautista Cabral fue a ayudarlo a liberarse del peso de su caballo. Pero en esa acción Cabral recibió dos heridas fatales, que iban dirigidas a Don José. Así, San Martín fue salvado dos veces en espacio de unos pocos segundos, por dos valientes y valiosos hombres que, vaya coincidencia, tenían el mismo nombre.
En 1826, el Libertador viajaba por los caminos de Inglaterra cuando de repente la galera que lo transportaba volcó bruscamente. Lo sacaron de abajo del carruaje. Pasó varios meses en cama por los traumatismos y la cicatrización de las heridas provocados por los fragmentos de vidrio de la ventana.
Otra situación límite que padeció San Martín sucedió en Roma y es uno de los episodios más desconocidos de su historia. A fines de 1845, San Martín vivía en París. Su salud flaqueaba, le pesaban los sesenta y siete años, y le pareció que una gira por Italia podría sentarle bien. El viaje lo haría en compañía de Gervasio Antonio de Posadas que era nieto y homónimo del director supremo. San Martín le explicó cómo debía actuar frente a diversos problemas clínicos. Gervasio Posadas memorizó nombres de remedios y acciones a seguir. Entre otras tantas cosas que conversaron, el Libertador le dijo que estaba interesado en comprar un busto de Napoleón, a quien admiraba. Pero una noticia fatal iba a suspender la recorrida de shopping. Una noche de febrero de 1846, Posadas llegó tarde al hotel y fue a acomodarse en su cuarto. Al instante, golpearon su puerta, comunicándole que “El señor general se había muerto”. Posadas corrió al cuarto de San Martín. Lo observó tirado en la cama, inmóvil y tieso. Tomó remedios del botiquín y se los inyectó al cuerpo inerte. El general volvió en sí. San Martín había sufrido un nuevo ataque de epilepsia que lo dejó tendido, con sus signos vitales muy disminuidos.
A los 72 años, el 17 de agosto de 1850 abandonaba este mundo el gran general Argentino. Largamente tenía merecido su descanso en Paz y su gloria eterna.

CHARLA ACADEMICA EN EL COLEGIO DE ESCRIBANOS DE BAHIA BLANCA

El Jueves 17 de Septiembre el Presidente de esta Asociación, el escribano Aníbal Espinosa Viale dio un charla sobre "San Martín y la cultura", la misma se llevó a cabo en el colegio de escribanos de la ciudad de Bahía Blanca. Posteriormente el escribano dono un cuadro con la imagen del General San Martín que fue recibido con honores por la Presidenta del colegio, la escribana María del Carmen Ayarra.
Entre los presentes se encontraba el vocal de esta asociación el Sr. Santiago Fontana, la Sra. Marta y el Sr. Jorge ambos autoridades máximas de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Bahía Blanca.
El escribano Espinosa Viale agradece la cálida estadía y el afectuso trato de todos los Bahienses.

JOSEFA BALCARCE NIETA DE SAN MARTIN

EL testamento de Josefa Balcarce, nieta de José de San Martín, es considerado un texto de fundamental importancia en relación con la figura del Libertador y con un período de la historia argentina. El documento, que era conocido por los investigadores, estuvo hasta hace poco en manos privadas y se encuentra ahora en el Museo Histórico NacionalEl general San Martín envejecía lentamente en su casa de Grand Bourg. Sus cabellos fueron blanqueándose; sus ojos que se iban apagando por la ceguera, y los variados achaques de su salud, que nunca fue del todo buena, le hicieron temer por su corta familia, constituida por su hija, Mercedes Tomasa San Martín y Escalada; su yerno, Mariano Severo Balcarce, hijo de su camarada de armas, el vencedor de Suipacha, y sus dos nietas, María Mercedes y Josefa Dominga.Su amigo Aguado, marqués de las Marismas había muerto. San Martín tenía setenta años y vivía de las pensiones militares que cobraba de los países en los que había actuado. El dinero no siempre se recibía con regularidad. Ese año de 1848, estallaron en distintos lugares de Europa violentos desórdenes sociales, justificados por las pésimas condiciones de vida de los obreros de la Primera Revolución Industrial. Frente a esos acontecimientos, San Martín decidió trasladarse a una localidad alejada de París y poco habitada, que no pudiera ser escenario de conflictos y que tuviera además un clima marítimo más benigno. El lugar elegido fue Boulogne-sur-Mer. Su mayor preocupación eran sus nietas. María Mercedes, la mayor, había nacido en Buenos Aires, cuando sus padres habían visitado la ciudad en 1833; tenía, por lo tanto, quince años en 1848, cuando se mudaron de casa, y diecisiete cuando el abuelo murió. Josefa Dominga, nacida en Francia el 14 de julio de 1836, tenía apenas doce cuando se trasladaron y catorce cuando falleció San Martín.
El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde, la vida del Libertador se apagó. El pequeño funeral pasó inadvertido. Fue enterrado en la cripta de la basílica, Catedral de Notre Dame de Boulogne-sur-Mer, y allí honraron sus restos los primeros visitantes que llegaban desde la lejana América. Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, Mariano Balcarce fue representante de la Confederación Argentina ante Francia. Cuando, después del 11 de septiembre de 1852, la Nación quedó fracturada en dos entidades políticas, pasó a ser representante de la provincia de Buenos Aires. Esto duró hasta el Pacto de San José de Flores, el 11 de noviembre de 1859, por el que la unidad del país quedó restablecida. Terminadas sus funciones como representante, Balcarce se trasladó a la pequeña localidad de Brunoy, cerca de París, donde compró una casa. Pocos años después, en 1860, su hija mayor, María Mercedes, moría soltera antes de cumplir los 27 años. Sus contritos padres hicieron construir para ella una bóveda en el cementerio de esa villa y, el 21 de noviembre de 1861, trasladaron también allí al abuelo, para honrarlos juntos. Ese mismo año Josefa Dominga contrajo matrimonio con el diplomático mexicano Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, con quien no tuvo descendencia. Mercedes, única hija del Libertador y madre de Josefa, falleció en febrero de 1875; el 20 de febrero de 1885, su esposo supérstite, Mariano Balcarce. Josefa y su esposo quedaron solos en el castillo de Brunoy. Con los años, se desarrolló en la nieta de San Martín un agudo sentido de solidaridad social. Todos los viajeros que llegaron hasta ella la elogiaron por su manera de ser. Hablaba correctamente el español, que aprendió de sus padres siendo niña, puesto que era el idioma que hablaban en el hogar y conocía al detalle los sucesos de la patria lejana de ellos y de su abuelo, padre de su libertad. El 29 de noviembre de 1904 murió su esposo y quedó viuda y sola, a los sesenta y ocho años. Así habría de vivir aún veinte años más. Josefa hizo un culto de la memoria de su ilustre abuelo. Ella representaba, entre los argentinos de aquí y los visitantes de allí, el último pedazo vivo de San Martín. Bartolomé Mitre le escribió y juntos entablaron una correspondencia valiosa. Al gran historiador y humanista Josefa le entregó cuanta información poseía acerca del general. Fue una contribución enorme a la primera biografía documentada de San Martín. Cuando, una vez finalizada, Mitre le remitió un ejemplar de la obra, Josefa le dijo en un párrafo de su respuesta: "(...) a estos sentimientos (de aprecio) se agrega toda mi gratitud por el monumento imperecedero que usted ha levando a la memoria de mi abuelo, el general San Martín (...)."En 1895, Adolfo Carranza, el primer director del Museo Histórico Nacional, le pidió a Josefa Balcarce los objetos y muebles del Libertador para que fueran exhibidos en el repositorio que guardaba -y sigue guardando- los tesoros de la patria lejana. El 30 de mayo de 1899 la anciana dama escribió:"En vista de todos estos patrióticos empeños que tanto honran la memoria de mi venerado abuelo, he decidido -prescindiendo de mis sentimientos íntimos- conforme lo participo a Ud. por la presente, donar desde ahora al Museo Histórico Nacional no sólo todos los muebles de mi abuelo que conservaba yo religiosamente en el mismo orden que guardaban en su cuarto en vida de él (...)."Hizo a tal efecto un listado de dichos bienes y un croquis del dormitorio del Libertador, que el Museo ha respetado escrupulosamente en los últimos cien años. Siendo ya viuda, creó en Brunoy la Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada, el 1° de diciembre de 1905, para dar albergue y alimentos a los ancianos de la región, que aún hoy se mantiene, y cuyos miembros honran su memoria. En 1914 estalló la guerra más sangrienta de la historia hasta ese momento. Josefa transformó su casa en "hospital de sangre" y atendió a los heridos que incesantemente llegaban desde el frente de lucha. Un día le avisaron que había llegado un carro con soldados alemanes y le preguntaron si podía pasar. Desde una ventana doña Josefa preguntó: "¿Son ellos heridos? Pues bien, éntrelos."Al término de la contienda, Francia la condecoró con la Legión de Honor. La patria soñada En el testamento hecho de su puño y letra, con rasgos firmes pese a sus ochenta y cuatro años, legó sus bienes en la Argentina, la patria soñada de sus padres, al Patronato de la Infancia. También donó parte de su patrimonio a sus sobrinos, a sus amigos, a sus albaceas. En carta a Florencio Lanús dice: "Que Dios proteja a la querida Francia y a "nuestro" querido país (...)."Asimismo, concede en otra cláusula la facultad de continuar su obra en Brunoy, después de su muerte, a la sociedad Filantrópica de París, fundada en 1780. Josefa falleció el 17 de abril de 1924. En el testamento intervino una firma francesa de notarios, la casa Huillier, de París, que fueron escribanos de San Martín y, probablemente, de Aguado. Ese testamento, que se hallaba depositado en el archivo de dicha escribanía y después en el de la familia Dodero Balcarce, le fue entregado al autor de este artículo. Debe exhibirse en el Museo Histórico Nacional que "guarda bajo sus techos todas las glorias argentinas", como se dispuso en el acto de su fundación centenaria. Se lo descubrió en el templete hecho a tal efecto, en la ceremonia del sesquicentenario de la muerte del Libertador el 17 de agosto de 2000. La calle principal de Brunoy recuerda el nombre de Josefa Balcarce. Nuestro país aún le debe un merecido homenaje.



Por Juan José Cresto.
El autor es doctor en Historia. Fue director del Museo Histórico Nacional.(Fuente: La Nación)

ANECDOTAS DEL GENERAL SAN MARTÍN

EL FRAILE
Luego de Chacabuco, San Martín se permitió una venganza humorística contra los realistas . Un fanático fraile agustino, haciendo un juego de palabras, había predicado contra él durante el período de Marcó. "¡San Martín! ¡ Su nombre es una blasfemia!", había exclamado desde el púlpito sagrado. "No le llaméis San Martín, sino Martín, como a Martín Lutero, el peor y mas detestable de los herejes". Llamado a su presencia y con ademán terrible, fulminándolo con su mirada, lo apostrofó: "¡Como! ¡Usted me ha comparado a Lutero, quitándome el San! ¡Como se llama usted?" "Zapata, señor general", respondió el fraile, humildemente. "Pues desde hoy le quito el Za, en castigo, y lo fusilo si alguien le da su antiguo apellido". Al salir a la calle un correligionario le llamó por su nombre. El fraile aterrado, le tapó la boca y prorrumpió en voz baja: "¡No! ¡no soy el padre Zapata, sino el padre Pata! ¡ Me va en ello la vida!".

ESTOS LOCOS
Para probar el temple de sus oficiales organizó una corrida de toros y los echó de lidiadores al circo, en celebración del aniversario del 25 de mayo: Al observar y aplaudir el temerario arrojo con que se portaron, dijo a O´Higgins, que estaba a su lado: "Estos locos son los que necesitamos para derrotar a los españoles".

LOS VINOS DE MENDOZA
Manuel de Olazábal, jefe de escolta del Ejército de los Andes, cuenta que el General lo había invitado a comer junto con Mosquera un amigo colombiano y Antonio Arcos, jefe del Ejército de los Andes. "-Usted verá como somos los americanos que en todo preferimos lo extranjero-"le comentó. A los postres San Martín encargó unas botellas de vino mendocino y luego uno de Málaga. Cuando pidió la opinión a sus invitados, manifestaron su preferencia por el vino español, entonces riéndose, el anfitrión contó deliberadamente que había mandado a cambiar las etiquetas.

SAN MARTIN EL ABUELO
Merceditas entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un mueble una medalla de la pendía una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: − Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer, madre de Merceditas, y dijo a San Martín: − Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España dio a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó. − ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño?

UNA VALIENTE MADRE MENDOCINA
Cercano a la ciudad de Mendoza está el campo “El Plumerillo”. Allí, el general San Martín, adiestra los batallones que días después atravesarán la mole andina, en pos de la libertad de Chile. Para la revista final de las tropas, San Martín se ha trasladado a la capital mendocina, vestida de fiesta para recibir al Gran Capitán. Un mendocino:- ¡Qué hermoso es todo esto! ¡Cómo lucen los uniformes de los granaderos! Una mendocina: - ¡Y qué bella se ve la bandera, ofrecida al general San Martín por las damas patricias. ! Un anciano: - ¡Con esta bandera al frente, nuestro ejército no perderá una sola batalla! Relator: - En este momento sale una mujer desde la multitud y se dirige hacia la tropa. En las filas del ejército libertador tiene a su esposo y a tres hijos. La dama mendocina (avanza hacia ellos y los besa).- ¡Qué Dios y la Virgen os protejan! Este escapulario que prendo en cada pecho será un escudo protector. ¡Nada de llanto! ¡Los valientes no lloran; solo saben luchar por su patria! ¡Ya veis: en mis ojos no hay una sola lágrima ! ¡Qué orgullosa estoy por haber dado a la Patria estos cuatro varones! El general San Martín (se acerca a la esposa y madre ejemplar y conmovido, le estrecha fuertemente la mano).- ¡Gracias, noble mujer! ¡Vuestro sacrificio no será en vano! ¿Ahora sé de donde sacan mis soldados tanta firmeza ! ¡Con madres como usted la Patria está salvada!

PREMIO POR OBEDIENCIA
También es conocida su anécdota con el centinela de guardia que tenía orden de no dejar pasar al laboratorio del regimiento con botas herradas y espuelas. Para probarlo, él mismo San Martín fue dos veces con ese calzado y fue detenido por el cabo. Tras ello, se presentó con alpargatas y le dio una onza de oro al soldado, quien había puesto a una institución la ley del lugar por encima de cualquier persona.

MANO BLANCA
Álvarez Condarco había sido enviado por San Martín a explorar los pasos cordilleranos de Uspallata, los Patos y principalmente el campo de Chacabuco. Este fue detenido luego de obtener la información y el general español Marcó lo envió de regreso con una nota en la que decía: "Firmo con mano blanca, no como la de su jefe que es negra". Esto quería decir que San Martín, según el general realista, había traicionado a España volviendo a su patria para darle la independencia.Después de la batalla de Chacabuco, el derrotado Marcó fue llevado ante la presencia de San Martín, que irónicamente lo saludó diciéndole: "General, venga esa mano blanca".

UN FUERTE EN TUCUMAN
Encontrándose San Martín y Belgrano en la Ciudadela, espacio fortificado que San Martín había decidido construir en las inmediaciones de la ciudad de Tucumán, el Libertador le dice al creador de la bandera que en estas fortificaciones los ejércitos realizarán todos los ejercicios. También le confeso que hay que hacer el mayor ruido posible para que los espías españoles vean nuestra preparación y así es que todos los días llegaban contingentes de soldados que entraban a la fortaleza lo que producía el llamado de atención de todos los pobladores que no sabían en realidad que esos mismos soldados eran los que salían del fortín de noche y volvían a la mañana siguiente.

ESTRIBOS DE PLATA.
El granadero Juan Antonio Melián era un gran jinete, acostumbraba cruzar los estribos y montar de un salto a lo gaucho, enterado San Martín de la criolla costumbre le dice al bravo soldado ¿Así cumple los reglamentos de su arma un oficial argentino?. Como castigo le impuso unos días de arresto que Melián cumplió religiosamente. Días antes de culminar su encierro el propio San Martín se presento a la celda donde estaba el detenido y antes de levantar la sanción con gran sabiduría le dijo: “por su bravura y como recuerdo, le regalo a usted estos estribos de plata que yo mismo usé en Bailén. Sírvase de ellos y verá que para cercenar cabezas godas, nada es mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre estribos”.

INDIOS PEHUENCHES
Encontrándose San Martín reunido con el jefe de la tribu de indios Pehuenches en el sur de Mendoza, el General le pide permiso al cacique para poder pasar por sus tierras con el ejército libertador y le ofrece en el mismo instante todo tipo de víveres y regalos. El jefe indio acepta los obsequios y le permite el paso.
San Martín sabía que los indios iban a ir con el cuento a los españoles, los cuales dividieron su ejército para esperar a las tropas Argentinas por el paso previsto.
Pero el grueso del ejército patrio no cruzo por dicho lugar y cuando los españoles tuvieron que enfrentarlos se vieron reducidos en número por la picardía y astucia del Libertador.

ENCUENTRO CON NAPOLEON
Es conocida la destacada actuación de San Martín en la batalla de Bailén en las inmediaciones de Andalucía, tal mérito le valió no sólo una condecoración, sino también su ascenso a Teniente Coronel.
Más haya de dicha victoria Francia logra tomar posesión de toda España y cuenta la historia que ingresando Napoleón Bonaparte a una de las ciudades donde se encontraba San Martín, Napoleón ve el uniforme que vestía el futuro libertador y con una mirada penetrante y tocándolo con el dedo índice le dice “Bailen” reconociendo la bravía del batallón y por otra parte doliéndole el triunfo que las tropas de San Martín le habían propiciado a sus granaderos.

¡QUIERO HABLAR CON EL SEÑOR SAN MARTIN!
El capitán Toribio Reyes, pagador de los sueldos del regimiento, llega a la casa de San Martín, para contarle que se ha gastado el dinero que tenía para pagar a los soldados. Le explica que acude al Señor San Martín, porque no quiere que se entere el general San Martín, de una acción tan vil que ha cometido y para expresarle su arrepentimiento. El libertador le pregunta si el general lo sabe y Toribio le responde que no, entonces le dice: - ¿Cuánto dinero necesita? − 20 onzas, que pienso devolver en cuanto me sea posible - responde. San Martín le da el dinero y le recomienda, que no se entere el General San Martín porque sería capaz de pasarlo por las armas.

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!

DONACIÓN A LA ESCUELA Nº 13 "GENERAL DON JOSE DE SAN MARTIN" DE GENERAL ROJO

La Asociación Cultural Sanmartiniana de San Nicolás, a través de su vocal Santiago Fontana realizo la donación de libros y de un cuadro del General San Martín hecho personalmete por el Sr. Hugo Víctor Gil a la Escuela Provincial Nº 13 "General Don José de San Martín" de General Rojo. Posteriormente las autoridades, maestros y alumnos realizaron un emotivo acto para rendir homenaje al Padre de la Patria. Desde la Asociación felicitamos a los directivos de la escuela por el entusiasmo y conocimiento que tienen los alumnos sobre la persona y obra del Libertador.

17 DE AGOSTO ACTO EN CONMEMORACION AL FALLECIMIENTO DEL GENERAL SAN MARTIN

El 17 de Agosto de 2009 la Asociación Cultural Sanmartiniana y la Municipalidad de San Nicolás, junto a varios integrantes del gabinete del Gobierno local, autoridades de instituciones de educación y de las fuerzas de defensa y seguridad celebraron el 159 aniversario del fallecimiento del General Don José Francisco de San Martín. El acto comenzo con el respetuoso minuto de silencio, la entonación de las estrofas del Himno Nacional y el Himno al General San Martín. Posteriormente se depositaron las ofrendas florales al pie del monumento que eleva la estampa ecuestre del Libertador, haciendo uso de la palabra el Presidente de la Asociación, el escribano Aníbal Espinosa Viale y el Intendente de San Nicolás Marcelo Carignani.

MUJERES PARTICIPES EN LA EPOPEYA SANMARTINIANA

A través de este relato, cabe un acto de justicia recordar a las mujeres que, en los albores de la Patria, cimentaron junto al hombre las bases de una nueva nación.
Es justo recordar con gratitud a las patricias que desde cualquier condición social o económica, probaron su valor en defensa de la tierra natal enfrentando al invasor ingles en los años 1806 y 1807. Nombres como Manuela Pedraza, Martina Céspedes, Luisa Guerra, Josefa Voraz y Agustina Avance, indignadas con Sobremonte por considerarlo un traidor, hacen públicas cartas transgresoras y francamente revolucionarias.
Famoso fue y hoy está casi olvidado el nombre de Jerónima San Martín, que fue abuela de Mariano Balcarce esposo de Mercedes, hija de San martín. Patriota entre patriotas, vestía siempre de azul y blanco y cubría su cabeza con el “gorrito de la libertad” que no era otro que el rojo gorro frigio que ella puso de moda entre las mujeres. Esta mujer tenía una vos privilegiada y era su mayor orgullo cantar la canción patria en los aniversarios del 25 de Mayo.
La nación también se hizo en los salones. Por aquellos años en que los ejércitos luchaban por las tierras de América, las antiguas tertulias se transformaron en salones literarios y políticos, llevando los mismos nombres femeninos, como los salones de las Riglos, de Flora Azcuénaga, de Tomasa de la Quintana de Escalada, de Mariquita Sánchez, Joaquina Izquierdo, Isabel Cazamayor de Luca, son ejemplos de esta virtuosa costumbre. El más importante fue sin duda el de Mariquita Sánches, la rebelde enamorada fue la más brillante y apasionada mujer de su época. En su casa Toribia Escalada de Reyes Marin cantó por primera vez nuestro himno Nacional.
Imposible sería hablar de la actitud de la mujer en la historia de la emancipación sin mencionar la Asociación Patriótica. Esta se constituyo en el hogar ilustre de Antonio José de Escalada, que se convertiría en el padre político de San Martín. En el salón su esposa Tomasa de la Quintana recibe en el año 1812 a un grupo de señoras comprometidas a contribuir con su donación a la compra de fusiles destinados a armar los ejércitos de la Patria. Entre las donantes figuran, además de la dueña de casa, su hija Mercedes, sus hermanas María Eugenia y Nieves, Angeles Castelli, Carmen Quintanilla y muchas más. Solicitaban sea grabado su nombre en la culata de cada fusil en el que, quedarían impreso: “Yo arme el brazo de ese valiente, que aseguró su gloria y nuestra libertad”.
Patricias también fueron muchas desconocidas humildes mujeres de pueblo, que donaron sus únicos tesoros materiales, junto a lo más caro de sus corazones, como la esposa de Silverio Arriola dio: “dos peso y a su hijo Nicolás para el servicio que estime la Junta”. María Eugenia Segovia, esclava, entrega “un peso fuerte y ofrece sus servicios y el de sus hijos” y la parda Basilia Agüero dos reales.
Mujeres empeñando la armas
Valientes mujeres-solado pelearon en nuestro extenso territorio. En la frontera norte la presencia de la mujer es legendaria. Juana Azurduy, que sigue a su esposo el caudillo Manuel Asencio Padilla a quien ve morir en la batalla de Vilona. Esta extraordinaria mujer da a luz y pierde a sus cuatro hijos sin atención ni más cuidados que los que ella misma les brinda, sin abandonar jamás la lucha. Como Martina Silva de Gurruchaga que en su estancia adiestra y convierte a un grupo de paisanos en solados que junto a ella y al General Belgrano vencen al General español Tristán en la batalla de Salta. Por su valentía el gobierno le concedió el grado de Capitana del ejército. Murió ciega y carente de recursos, es la única mujer que descansa junto al General Guemes en el panteón de las Glorias del Norte.
Macacha Guemes de Tejada era hermana del paladín Martín Miguel de Guemes, jineta insuperable, la bella Macacha disfrazada de varón, cabalgaba en pelo por las tierras ocupadas por el español, trazando planos con la ubicación de sus fuerzas. Fue la mano derecha de su hermano. Murió en 1866 y su patriotismo, belleza y amor fraterno aún es tema de leyendas romancescas.
Generoso apoyo de las mujeres de Cuyo
Desde entonces el libertador siempre contó, para sus altos planos con la valiosa contribución de mujeres, donde no se cocía un uniforme, se bordaba una bandera, o se tejía un poncho para los soldados. Eran las emblemáticas Damas Mendocinas, entre ellas estuvieron su mujer Remedios de Escalada, Dolores Prats de Huisi, Margarita corvalán, Mercedes Alvarez y Laureana Ferrari.
Un día la señora Ferrari y Remedios de Escalada salieron a recorrer los comercios. Al pasar por una tienda el tendero le salió al encuentro y les ofreció sus mercancías. Y grande fue la alegría cuando entre aquellas pocas piezas de telas encontraron un retazo "color de cielo", como quería San Martín. Inmediatamente Remedios se puso a cocer la bandera mientras los demás preparaban las sedas y demás menesteres. Una vez aceptado el modelo del escudo de armas se trazó en el centro de la bandera y fue bordado en seda. A la bellota de la borlita del gorro y a los ojos del sol, se le pusieron pequeños diamantes para mayor viveza, así como el aro que formaba el óvalo semejando una cinta de listas envueltas, la lista del medio de ella era adornada de sartitas de alcofar.
El 5 de Enero de 1817 la bandera fue bendecida en la Iglesia Matriz de Mendoza. Luego la bandera y la virgen del Carmen fueron conducidas hasta un tablado levantado ante la Plaza Mayor, donde estaban las tropas alineadas. Entonces el general tomó la bandera y exclamó: " soldados esta es la primera bandera independiente que se ha levantado en América".
La presencia histórica de la mujer, su influencia en el orden moral, social y político a través de los tiempos y las civilizaciones, es un factor innegable y reconocido. Desde Nuestro lugar no queda más que rendirles a estas nobles pioneras argentinas, un conmovido homenaje de eterna gratitud.

JOSE FELIX BOGADO EL ULTIMO GRANADERO DE SAN MARTIN

Entre los grandes ejemplos de nuestra historia, hemos escogido el de un humilde hijo de las Misiones Guaraníticas, signado por Dios para ser soldado cuyo ejemplo es único en toda América, como hemos de demostrar. Nos estamos refiriendo a José Félix Bogado, quien fortificado en la grandeza moral, con años de práctica para la acción durante la guerra de la independencia, y ganando capacidad de mando con su eficacia, es un ejemplo de soldado sobrio y sufrido que con naturalidad cumple su tarea. Claro y terminante en los asuntos de mando y acción. Gaucho que no guarda para sí más que lo necesario. Consciente de las obligaciones que implica el deber. Hombre cuya mente sana no concibe excesos, ni tiene jamás ambiciones de poder. Para Bogado, la vida modesta está hecha a la medida de su carácter dándole autoridad moral ante los demás.
Prácticamente nada se sabe de su niñez en su tierra natal, señalando algunos historiadores que nació en Villa Rica en el Departamento de Guaira, Provincia del Paraguay, en el año 1777. Un año antes que naciera en Yapeyú quien más tarde seria el Libertador, General José de San Martín y su Jefe de Granaderos.
Se afirma que ya por 1810 se había mezclado en los acontecimientos que promovieron la Revolución de Mayo; y se conoce según los mejores datos que era lanchero y, que con su pequeña chalana de tráfico recorría el río Paraná hasta el anchuroso estuario del Plata, de allí que es posible suponer que también tuvo participación en los días de la Defensa de Buenos Aires, prestando apoyo logístico contra el invasor inglés.
Concretamente su biografía queda estampada en la huella de la historia, recién a partir de la alborada del 3 de febrero de 1813, en San Lorenzo. Bogado había sido apresado por fuerzas de desembarco realistas el día anterior al combate y, después de la acción fue uno de los que pasaron a las filas criollas en el trueque de prisioneros aceptado por San Martín.
Inmediatamente, Bogado solicitó su incorporación al Regimiento de Granaderos a Caballo, cuerpo de ejército creado por San Martín.
Señalamos de Bogado que como militar es un ejemplo único en la historia de los ejércitos americanos y, lo explicamos señalando que alistado en el Regimiento de Granaderos a Caballo como soldado, y paso a paso en la escala de las ordenanzas obtiene las insignias de coronel efectivo, que le otorga el otro Libertador, General Simón Bolívar. Todo esto sin pasar de un cuerpo a otro y regresando como Jefe de los últimos restos del ejército que constituyó la columna vertebral de los libertadores del continente sudamericano.

¿Quién podía suponer que aquél humilde guaireño llegaría a comandar el mismo cuerpo creado por el célebre "Santo de la Espada"? Lo cierto es que desde 1813 a 1826, trece largos años de esfuerzos, sacrificios, actos heroicos, decisiones memorables y voluntad sin desmayo puestas al servicio del orden y la libertad, iluminaron la vida de Bogado desde soldado raso a coronel mayor. Su pecho se fue cubriendo de condecoraciones otorgadas por su comportamiento y valor en Chile y Perú, recibiendo del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Cordón de Honor como "HEROICO DEFENSOR DE LA NACION".
Bogado formó parte de los dos escuadrones de granaderos a caballo que se destinaron al Alto Perú y como auxiliar en la tercera campaña que se iniciaba, tras las derrotas en Vílcapujío y Ayohuma. Desde allí en más, combatió en Tejas, Puesto del Marqués, Posta de Venta y Media. Y en Sipe-Sipe.
Bogado siguió en el Regimiento de Granaderos formando parte del Ejército de los Andes, y ya como alférez se batió el 6 de febrero de 1817 en el combate de Las Coimas, donde el comandante Mariano Necochea, con ochenta hombres de la escolta del general en jefe y treinta granaderos, cargó y deshizo al enemigo compuesto por 400 hombres de caballería. Después en Chacabuco, el valeroso comportamiento en el campo de batalla, en el que fue herido, valiendo a Bogado el grado de teniente primero del cuarto escuadrón de Granaderos a Caballo. A esta acción le siguieron: Curapaligüe, Gualpen, Los Perales; el asalto sobre Talcahuano; Cancha Rayada y finalmente Maipú, donde el entusiasta y disciplinado ejército coronó su valor dando libertad a la Capitanía de Chile y honor a las armas criollas. Bogado continuaba prestando servicios a la Patria Grande, y el 23 de julio de 1819 es ascendido al cargo de ayudante mayor del segundo escuadrón, siempre en el Regimiento de Granaderos a Caballo.
El Perú era el próximo paso hacia la definitiva consolidación de la emancipación sudamericana y, la nueva empresa engrandecería el juramento de los soldados que no titubearon en laurear otra vez las armas de la Patria o morir. El 20 de agosto de 1820, partía desde Valparaíso la expedición y en ella se embarcaba José Félix Bogado fiel a la obediencia y el deber, formando el cuadro de oficiales del ejército libertador. Es así que participa en la batalla del Cerro y en los combates de Nazca y Acaraí, ingresando con el ejército vencedor a Lima el 9 de julio de 1821. Bogado recibió la medalla concedida a los oficiales, con el lema: "YO FUI DEL EJERCITO LIBERTADOR”. Intervino valerosamente en los asaltos a los castillos del Callao, por lo que fue ascendido a capitán y en julio de 1822 lo hicieron sargento mayor en recompensa a sus largos servicios y en mérito a sus loables comportamientos en el ejército expedicionario.
Asistió a la Campaña de Puertos Intermedios y se halló en las desgraciadas acciones de Torata y Moquehua, ya retirado el general San Martín y asumido el mando de todas las fuerzas existentes, por parte de Simón Bolívar.
En la última etapa de la guerra de la independencia, el ejército reunido en Tacna continuaba avanzando, y Bogado combatió con sus granaderos en Pichincha y en Junín. Hallándose al frente de solo ochenta soldados del glorioso regimiento sanmartiniano, se batió en Ayacucho y las Provincias Unidas de Sud-América estuvieron representadas con honor. Por tales servicios el propio Bolívar, le otorga a nuestro héroe el grado de coronel efectivo, atento a los méritos y servicios de quien ya era un "BENEMERITO EN GRADO EMINENTE".
El bizarro paraguayo y representante genuino de los famosos Granaderos a Caballo de San Martín, regreso triunfal conduciendo al resto de las tropas que habían participado en la campaña libertadora entre las que se encontraban solo siete granaderos.
No concluiría con esto el ejemplo de Bogado al servicio de la Gran Nación Sudamericana que anhelaban Bolívar y San Martín, sino que seguiría con su constancia y valor a toda prueba, no ajena a la pobreza y al dolor. El 22 de julio de 1826 es nombrado jefe en comisión del 4to Regimiento de Caballería de Milicias.
Actuó en la campaña del sur, bajo la dirección del general Federico Rauch y, luego pasó con su regimiento a servir de guarnición en los pueblos de San Nicolás, Arrecifes, Salto, Zárate y San Pedro, desde 1827 hasta mayo de 1828, pasando a revestir como coronel en la Plana Mayor General, terminada esa comisión. A principios de 1829, nombrado Comandante Militar de San Nicolás, desplegó su acción como jefe superior de la frontera norte de la Provincia de Buenos Aires. Dicha ciudad fue sitiada por los ejércitos de Estanislao López pero la misma resistió heroicamente a las órdenes del coronel Bogado (fiel a Lavalle), durante ocho meses, soportando la población con paciencia y heroicidad el hambre, las privaciones y los continuos incendios que arrasaron sus mejores edificios, sin que el enemigo pudiera rendirla. En esas circunstancia rindió su vida el coronel Bogado, de resultas de una enfermedad contraída en actos de servicios, de los “pulmones dañados”, dice la partida de defunción. San Nicolás de los Arroyos sería el punto final de su destino, el 21 de noviembre de 1829.

Casa donde residio el Coronel Bogado ubicada en la calle Francia 223 de la ciudad de San Nicolás.

Valiente, honrado, austero, rígido en el cumplimiento del deber, desinteresado de corazón, el Coronel Mayor Don José Félix Bogado, es un ejemplo que une con lazos de permanente confraternidad a un vasto sector del continente sudamericano. Tras nuestros conceptos preliminares de introducción a esta evocación de la vida de nuestro prócer, cabe como corolario señalar que el porvenir de una Nación se fundamenta primordialmente en el temple moral de sus hijos que con dignidad y coraje, practiquen y defiendan la virtud.

NÓMINA de los integrantes del Regimiento de Granaderos a Caballo que llegaron hasta Quito y regresaron en febrero de 1826 al cuartel del Retiro en Buenos Aires:

Coronel José Félix Bogado
Sargento Mayor Paulino Rojas
Capitán Francisco Olmos
Sargento 2º Patricio Gómez
Sargento 2º Francisco Vargas
Sargento 2º Damasio Rosales
Sargento Trompa Miguel Chepoya

Por Miguel Angel Migliarini y Erlinda Ferrari de Mancini.

El LEGADO SANMARTINIANO DEL DR. RENE FAVALORO

El Dr. René Favaloro, un auténtico argentino preocupado realmente por la situación de su país, brinda aquí un adecuado ejemplo para que los jóvenes de hoy estén dispuestos a seguir y escuchar. La vida del General San Martín fue una vida llena de sinsabores llevados con entereza, con esfuerzo y con dignidad. A pesar de que durante toda su vida sufrió distintas enfermedades, nunca dejó de hacer lo que correspondía por el bien de su patria. No especuló, no traicionó, no mintió.

¿Conoce usted a San Martín?

El título de esta columna fue tomado de una bien documentada reseña história sobre el general José de San Martín, escrita por el doctor René G. Favaloro. El famoso cirujano cardiovascular argentino nos explica en el prólogo de su libro que alterna su profesión con dos entretenimientos “para recuperar energías”.Sus pasatiempos preferidos eran la huerta y la indagación histórica, preferentemente argentina. Fruto de sus lecturas sobre el Capitán de los Andes y luego de tres semanas de encierro fue esa valiosa obra sobre San Martín, que concluyó el 16 de febrero de 1986. La intención del doctor Favarolo al publicar esa reseña sobre San Martín ha sido doble.
Basado en la “Historia de San Martín y de la emancipación Sud-Americana”, de Bartolomé Mitre, y en la “Historia del Libertador Don José de San Martín”, de José Pacífico Otero, y en otras fuentes históricas, René Favaloro nos presenta un acabado bosquejo histórico de nuestro héroe. Pero, la preocupación meramente histórica no agota la inquietud del autor.
El último capítulo titulado: “Su presencia actual” nos da la clave para entender la intención del doctor Favaloro al publicar esta obra. No pretende “relatar una vez más la vida del Libertador”, afirma en el capítulo XIII, que marca el final del libro. Lo que más le preocupa es el momento histórico que vivía en 1986 la Argentina y Latinoamérica.

El ejemplo de San Martín, sus virtudes no sólo como ciudadano sino como militar, el sentido del honor y la honestidad deben inspirar a quienes buscan el camino para lograr en justicia y libertad, una nueva sociedad.
Esta es la intención altruista que motivó al doctor Favaloro a dedicar tres semanas de intensa actividad a fin de presentar “el ideal Sanmartiniano” como fuente de inspiración para las nuevas generaciones. Frente al “facilismo” que ha comenzado a deteriorar a la sociedad y a la juventud, San Martín opone el ejemplo de un “esfuerzo honesto en aras de grandes ideales”. Ante el afán generalizado de vanagloria y de acumular riquezas, San Martín contrapone una gran modestia, que lo lleva a renunciar a las manifestaciones de admiración, luego de sus triunfos militares.
Cuando a diario se revelan casos de corrupción en las clases dirigentes, San Martín ofrece el ejemplo de una honestidad transparente. No sólo no se apropió de ningún dinero público, sino que llegó a renunciar a su sueldo de general del Ejército de los Andes, mientras duró su enfermedad en Chile, en el año 1817.
San Martín era un enamorado de los libros. Poseía setecientos volúmenes, de los cuales sesenta y tres eran de temas militares, el resto eran de cultura general. Fundó tres bibliotecas y ayudó a varias escuelas.Al fundar la escuela de Lima dijo: “Los días de estreno de los establecimientos de educación son tan luctuosos para los tiranos, como plausibles para los amantes de la libertad”.San Martín fue un ferviente defensor de la libertad y de los derechos del hombre.
Cuando en Mendoza dicta un decreto por el cual se debe dar una comida más a los presos, escribe: “Conozca el mundo que el genio americano abjura con horror los crueles hábitos de sus antiguos opresores. Y que el nuevo aire de libertad que empieza a respirarse extiende su benigno influjo a todas las clases del Estado”.
Una de las grandes preocupaciones de San Martín era la unión nacional, por eso se mantuvo alejado de toda confrontación entre los mismos criollos. El 13 de marzo de 1819, San Martín le escribió a José Artigas una carta en la que le dice: “creo que debemos cortar toda diferencia y dedicarnos a la destrucción de nuestros crueles enemigos los españoles...no tengo más pretensiones que la felicidad de la patria”.
San Martín, al igual que Bolívar y Artigas, tenía una clara conciencia de que estaba luchando por “la independencia de América”. Este ideal era tan altruísta y desinteresado, que cuando llegó la hora de la renuncia, luego de la entrevista con el general Simón Bolívar de Guayaquil, Ecuador, supo anteponer la libertad de América a sus intereses personales.
No hay duda de que San Martín es uno de los grandes personajes de la historia. Pero el “mensaje Sanmartiniano” no ha de quedar relegado en el pasado, es imperativo hacerlo una “presencia actual”.

Fuente:
http://argentinodepehuajo.blogspot.com/
http://www.denorteasur.com/asp/articulo.asp?numero=288&id=5055

SAN MARTIN Y BELGRANO EL ENCUENTRO DE DOS GIGANTES

Pareciera que las bondades, hazañas, sacrificio y batallas de ambos Generales hubieran sido sacadas de algún cuento mitológico, digna de dioses y titanes, pero que como dos mortales que fueron sus hechos fueron admirados y reconocidos por todo el mundo.
Ambos se capacitaron para lograr el bien común de toda una sociedad, ambos dieron largas batallas para lograr la libertad, fundaron pueblos, hospitales, escuelas, bibliotecas, batallones, periódicos, teatros, crearon escudos y banderas, libertaron esclavos, concedieron todo tipo de derechos, donaron sus sueldos y ofrecieron su propia vida a la patria que los vio nacer.
Siendo nosotros sus contemporáneos, tenemos la obligación de no olvidar jamás a los dos hombres más grandes de la historia Argentina y rendirles los honores y homenajes que largamente se merecen.
Belgrano y San Martín se conocieron personalmente en la reunión que mantuvieron en la Posta de Yatasto en el año 1814, sin embargo existía entre ellos, una profusa comunicación epistolar previa, surgida a instancias de José Mila de la Roca, amigo de ambos y secretario de Belgrano en la expedición al Paraguay. Los dos próceres abrieron su corazón a través de la correspondencia. San Martín redactó para Belgrano unos cuadernillos de estrategia militar, extractando opiniones de diversos maestros de guerra. Estos cuadernillos se los envió en vísperas de la batalla de Vilcapugio.
Animados por estos generosos sentimientos, se dieron por primera vez en Yatasto el abrazo histórico. San Martín se presentó a Belgrano poniéndose a sus órdenes; éste lo recibió como su maestro y sucesor. Sin embargo, San Martín se dio cuenta rápidamente de las cualidades morales de Belgrano y se negó a reemplazarlo, pero debido a la presión del gobierno debió asumir la jefatura del ejército. Belgrano se puso a sus órdenes dando el ejemplo al ir a recibir humildemente las lecciones de tácticas y disciplina. A partir de ese momento, la simpatía nacida a través de cartas se transformó en mutua admiración.
Belgrano aconsejó a San Martín hacerse fuerte en Tucumán, y reorganizar logística y tácticamente al Ejército del Norte, que tanto había logrado con tan poco. San Martín, en tanto, reimpuso disciplina y salarios dignos en un ejército desmoralizado y mal pago.
Belgrano, además, aconsejó al Libertador tener siempre muy en cuenta la religiosidad popular, de manera de no darles la razón a los españoles, que los acusaban de herejes. "No deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra generala, y no olvide los escapularios a la tropa".
También le entrego la bandera nacional que había creado el 27 de febrero de 1812 a orillas del río Paraná en la ciudad de Rosario, la cual fue recibida con honores por San Martín y la cual acompaño al general en la liberación de media América.
El 18 de marzo, Belgrano se marchó a Buenos Aires, a pesar de la resistencia de San Martín, que dos veces había desobedecido órdenes de la capital para que sin demora don Manuel viajara hacia allá. No volverían a verse, y sin embargo, en esos dos meses que compartieron, la Argentina naciente tuvo en un minúsculo retazo de su territorio a la Patria toda.
Belgrano murió convencido que San Martín era el genio tutelar de la América del Sur. Hasta sus últimos días, San Martín honró la memoria de su ilustre amigo como una de las glorias más puras del nuevo mundo y como ya lo había manifestado en carta a Godoy Cruz refiriéndose a las virtudes de Manuel: “..yo me decido por Belgrano; créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur”.
San Martín y Belgrano, los incondicionales, los dos Gigantes de la patria que dieron todo pero todo a cambio de nada.
Gloria eterna Generales!!.