"JUAN JOSE OLLEROS"














Juan José Olleros (San Nicolás de los Arroyos, 19 de octubre de 1794 - Buenos Aires, 18 de agosto de 1857) fue un militar y político argentino que combatió, en la guerra de la independencia, junto a los generales José de San Martín y Juan Gregorio de Las Heras, y batallas civiles de su país.
Inició su carrera de derecho en Buenos Aires, pero finalmente optó por enrolarse en el Ejército del Norte como subteniente. En 1815 realizó la campaña altoperuana de José Rondeau, tomó parte de la ocupación de Potosí y de Sipe-Sipe, lo que le valió un ascenso y condecoración.
En 1817 ya era teniente 1º y pasó a formar parte del Ejército de los Andes, participando en la batalla de Chacabuco y en la campaña del sur de Chile, al mando del general Las Heras, particpó en las acciones de la batalla del Cerro Gavilán, Concepción y en la toma de Talcahuano. También en Cancha Rayada y en Maipú. Por su accionar en esas campañas recibió varias condecoraciones.
Regresó a Buenos Aires en 1819 y a los dos años volvió a las filas con el grado de capitán.
En 1831 formó parte de las fuerzas de Balcarce que actuaban contra el General Paz. Revistó como teniente coronel en el batallón "Defensores de Buenos Aires".
Debido a que estaba comprometido con la Revolución del Sur debió emigrar en 1839. Se incorporó entonces al ejército unitario, participando en las batallas de Don Cristóbal y Sauce Grande.
Acompañó entonces al general Paz en la organización de un ejército de Reserva, y con este tomó parte de la batalla de Caaguazú y en la campaña de Entre Ríos en 1842.
Se estableció luego en la ciudad de Montevideo, y la defendió cuando fue atacada por Manuel Oribe, para pasarse luego a las fuerzas sitiadoras en 1844.
En 1846 se estableció en su ciudad natal.
Luego de la batalla de Caseros formó parte del levantamiento de la población, liberando a los presos políticos. Murió pobre el 18 de agosto de 1857.-
Estaba casado con la chilena Concepción Fuentes. Su hijo Juan José de mismo nombre, siguió sus mismos pasos militares, perdiendo la vida en la guerra contra el Paraguay, el 25 de Agosto de 1865.
Dos Héroes Nicoleños que dejaron su marca en aquellos históricos hechos de nuestro querido país.

"RECONOCIMIENTO A LA LABOR DE LA A.C.S DE SAN NICOLAS"







Buenos Aires, 29 de abril de 2011.


Sr. Presidente de la
A.C.S. de San Nicolás.
Escribano Aníbal H. Espinosa Viale.


Me dirijo a usted con referencia a la Memoria de la Asociación Cultural Sanmartiniana de su digna presidencia del período 2009 al primer trimestre de 2011.
Es siempre gratificante para el Instituto Nacional Sanmartiniano recibir lo realizado por las Asociaciones a favor de la difusión de la vida y obra del Libertador y conmemorando hitos y aniversarios con sentidos homenajes.
Todos sabemos cuantos obstáculos deben sortearse para conseguir la publicación en los medios. Por eso, permítame felicitarlo a usted y a su equipo por todo lo logrado, muestra una incesante y minuciosa tarea sanmartiniana por difundir a través de la prensa tanto los distintos valores morales y éticos, y su campaña emancipadora, como sus preferencias tanto por la lectura y la música, aspectos menos conocidos del Padre de la Patria.
La participación en encuentros sociales e imponerse como meta que todos los establecimientos educativos y dependencias oficiales estén precedidas por la imagen del General D. José de San Martín, es una labor de Extensión Sanmartiniana, digna también de elogio.
Como siempre, reciba, y en su persona a todo su equipo, en nombre propio y del Instituto Nacional Sanmartiniano el aliento y apoyo para seguir como hasta ahora en la loable tarea sanmartiniana.

Cordialmente.

Gr. Br. VGM Diego Alejandro Soria.
Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano

CHARLA SOBRE "SAN MARTIN COMO SER HUMANO" EN LA CASA DEL ACUERDO DE SAN NICOLAS.














En el marco de los festejos por el 159 aniversario de la Declaración del Acuerdo de San Nicolás, el vocal de la Asociación, Santiago Gastón Fontana en representación del Presidente, Aníbal Espinosa Viale expondrá una Charla de autoría de este último sobre “San Martín como Ser Humano”. La misma se llevará a cabo en la sala auditorio de la Casa de Acuerdo de San Nicolás el día 27 de mayo a las 18:30 hs. Están todos invitados.-

25 DE MAYO DE 1810. CONSTITUCION DEL PRIMER GOBIERNO PATRIO









El 25 de mayo, reunido en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires finalmente impuso su voluntad al Cabildo creando la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata integrada por: Cornelio Saavedra, presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno, secretarios. Quedó así formado el primer gobierno patrio, que no tardó en desconocer la autoridad del virrey español Baltasar Hidalgo de Cisneros.
El 25 de Mayo de 1810 es un hito importante del proceso revolucionario que vivió nuestra patria durante el siglo XIX. Ese proceso se inició en la Reconquista de agosto de 1806 y la Defensa de 1807, cuando el pueblo se alzó en armas ante la invasión colonial británica y la huida de sus autoridades políticas y militares. En el lapso que se extiende entre 1806-1807 a 1810 se gestaron las fuerzas armadas de la Revolución que se expresaron en el primer gobierno patrio del 25 de mayo de 1810.
Mayo de 1810 fue parte de los levantamientos brutalmente reprimidos que, en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 y en La Paz el 16 de julio del mismo año, encendieron los fuegos de la revolución. Mayo se proyectó al continente: en la génesis de los ideales que cristalizaron en el primer gobierno patrio, estaban sentadas las bases de la Patria Grande que alentaron San Martín y Bolívar como proyecto de unidad y grandeza de nuestras naciones. El grito de Mayo corporizó en la Declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816, su ideal libertario, al pronunciarse por la independencia “de toda dominación extranjera”. En lo que respecta a la independencia del dominio español, tuvo su corolario en los campos de Ayacucho, cuando los patriotas al mando del Gral. Sucre derrotaron definitivamente a las tropas del reino de España.Rescatar las enseñanzas de mayo de 1810 es un hecho de gran importancia para el futuro de nuestra nación y nuestro pueblo. Mayo es, precisamente, una muestra de las posibilidades de unidad de esa confluencia: ese camino es el que necesitamos rescatar. Convocamos a todos los patriotas a lo largo y ancho de todo el país a festejar en familia la conmemoración del Bicentenario del 25 de Mayo de 1810, rescatando el ejemplo y el lema de los patriotas de Mayo: una patria libre de todo dominio extranjero, sin amo viejo ni amo nuevo, ¡no queremos tener amos! Ejemplo que siguieron los valerosos combatientes de la Vuelta de Obligado, Tonelero y Punta Quebracho, como defensa irrestricta de la soberanía sobre los cursos de agua más caudalosos de la Argentina y en los que enfrentaron al colonialismo inglés en defensa de nuestra soberanía en 1982. Nos parece importante reafirmar las palabras del gran patriota Raúl Scalabrini Ortiz: “Reconquistar el dominio político y económico de nuestra propia tierra es nuestro deber para con nosotros mismos, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos. No es una acción fácil pero tampoco es una acción inabordable. Los revolucionarios de 1810, de donde provenimos, nos dieron el ejemplo de que nada resiste la voluntad del hombre puesta al servicio de una gran causa”. Lo haremos con las consignas de: Reconquistar el patrimonio nacional, establecer la soberanía popular, garantizar la independencia argentina y transmitir a las jóvenes generaciones el espíritu patriótico que nos dio libertad en 1810 y que hizo grande a la Argentina hace dos siglos.
¡Viva la patria!

MAGNIFICO DISCURSO SOBRE EL GENERAL SAN MARTIN


Un general, si es a la vez un conductor, no solo ha de mandar su ejército. Es menester que personalmente lo forme, que lo dote, lo organice, lo alimente y lo instruya. A menudo con el conductor muere también su ejército. Sobreviven de ellos su gloria, su tradición y su ejemplo.
He dicho que ello solo sucede cuando coincide en un hombre el general con el conductor. Asunto que rara vez ha sucedido en la historia.
El general se hace; el conductor nace.
El general es un técnico; el conductor es un artista.
San Martín, con Napoleón, son los dos únicos hombres que en el siglo XIX llenan tales características del arte guerrero; por eso son ellos también las más altas cumbres del genio de la historia militar de ese siglo.
Generalmente, un conductor es un maestro. Su escuela llena también su siglo. Su ejemplo adoctrina las sucesivas generaciones de un ejército o de un pueblo. La orientación sanmartiniana en nuestro ejército y en nuestro pueblo ha sido la más decisiva influencia de perfección y de grandeza.
La producción extraordinaria de su genio no fue más fecunda y arrolladora que la fuerza invencible de sus virtudes: por eso era un conductor.
Si era un estratega, era primero un hombre. Por eso puso al servicio de su causa la técnica de su profesión. Fue desde entonces el hombre y el conductor de una causa. Por eso era invencible.
Como no se concibe un hombre sin alma, nunca he concebido un conductor sin causa. La grandeza de San Martín fue precisamente la de haber sido el hombre de una causa: la independencia de la Patria. Él confiesa haber vivido sólo para esa causa.
La verdadera grandeza de los conductores estriba precisamente en que no viven para ellos, sino para los demás. Pareciera que la naturaleza, en su infinita sabiduría, al dotar a los hombres, carga extraordinariamente en la dosificación del egoísmo, pero evita cuidadosamente este ingrediente contamina las almas de los grandes hombres. Por eso son grandes.
A menudo la historia no acierta a discernir la infinita variedad de matices que la creación de los grandes hombres ofrece a la contemplación del futuro.
El arte militar, como los demás, presupone creación, que es la suprema condición del arte. San Martín es un artista; por eso no pudo conformarse con andar por entre las cosas ya creadas por los otros. Se puso febrilmente a crear, y con esa creación revolucionó las ideas y los hechos, ante la incredulidad de los mediocres, ante el escepticismo de los incapaces, y bajo la crítica, la intriga y la calumnia de los malintencionados. Sobre todos ellos triunfó, porque la victoria es de Dios.
Nada hay más adverso al genio que el mediocre; sobre todo, el mediocre evolucionado e ilustrado. No podrá concebir jamás que otro realice lo que no es capaz de realizar; porque cada uno concibe dentro de su capacidad de realización, y los mediocres vuelan bajo y en bandada, como los gorriones, en tanto que los cóndores van solos.
Conducir es arte simple y todo de ejecución; por eso es difícil. Es la aplicación armónicamente combinada de los principios del arte con los factores materiales y morales de las fuerzas, con el terreno y las circunstancias. A menudo, cuando solo se dispone de generales, las fuerzas son todo. Cuando se dispone de un conductor, decía Napoleón, el hombre lo es todo, los hombres no son nada.
El arte de la conducción tiene, como todas las artes, su técnica, representada por los propios principios que rigen la conducción y las reglas para el empleo mecánico de las fuerzas. Pero, por sobre todo ello, está el conductor. Lo primero representa la parte inerte del arte, el conductor es su parte vital.
Como técnico, San Martín es también la maravilla de la época. Formó un ejército de la nada, con el concepto de “la Nación en armas”, que solo un siglo después fue mencionado por los estrategas más famosos. Con ese ejército, que fue fuerza y escuela, pasó las cordilleras más elevadas que tropa alguna haya cruzado. Con una maniobra estratégica que maravilla por lo ingeniosa en su concepción y perfecta en su realización, llega a la batalla decisiva de Chacabuco, pero que la había ganado antes de ponerse en marcha, en Mendoza.
Esa extraordinaria previsión, esa perfecta preparación y esa acabada realización sólo se presentan cuando los genios conducen.
San Martín, como Napoleón en Europa, es un revolucionario en los métodos de guerra en esta parte del mundo. Es un creador, jamás un imitador. Por eso lo vemos como maestro, como jefe, como artesano, como político, como gobernante, como estadista y como guerrero. Los hombres superiores, a menudo, sirven para dirigir todo eso. Después de ellos, venimos los hombres comunes, que, bien dirigidos, servimos para todo o no servimos para nada.
Como general, como conductor, como hombre y como ciudadano, San Martín es una sola cosa: lo que debe ser, según su propia sentencia.
En la vida y en el destino de las naciones, aparecen muy de tanto en tanto estos hombres extraordinarios que, con una época, fijan una gloria y establecen una tradición. En que los demás sepan emular su gloria y prolongar su tradición es en lo que estriba la grandeza de esos pueblos.
En este acta solemne de clausura del Año Sanmartiniano de 1950, desde este solar glorioso de Cuyo, en nombre de la Patria misma, deseo exhortar a todos los argentinos para que, emulando las virtudes del Gran Capitán, tengamos la mirada fija en los supremos intereses de la Patria, en la felicidad de todos sus habitantes y la realización de su grandeza.

Juan D. Perón

[1] Teatro Independencia de Mendoza, 31-12-1950: Clausura Congreso Nacional de Historia del Libertador Gral. José de San Martín.

LA FANFARRIA MILITAR "ALTO PERU"


La fanfarria militar “Alto Perú”, del Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín”, fue creada el 18 de febrero de 1926 por propuesta del ministro de guerra, que decía:
• VISTO el expediente M.129 del Regimiento 1º de Caballería Escolta Presidencial “Granaderos a Caballo - General San Martín”, lo informado por el señor Inspector General del Ejército y teniendo en cuenta las funciones que le corresponden como Regimiento Escolta de su Excelencia el Señor Presidente de la Republica;
El Ministro de Guerra
Resuelve:
1º organícese la banda de música para el regimiento Nº 1 de Caballería Escolta Presidencial “Granaderos a caballo General San Martín”, con el personal que actualmente tiene, completándolo hasta el número de treinta y tres con personal de las bandas de música de los institutos y cuerpos de infantería del ejército, a razón de uno por unidad. En el año 1971 por orden del día del regimiento Nº 218/71, se le imponen distintas denominaciones a cada subunidad del regimiento, correspondiéndole a la fanfarria militar la de “Alto Perú”.
En nuestros días, la fanfarria militar “Alto Perú” como parte del regimiento, cumple con la misión de escoltar al señor presidente de la República, a otros dignatarios extranjeros que visitan nuestro país, como también recibir a embajadores en el momento de acreditarse como tales.
Tras la visita a nuestro país en el año 1997 del presidente de Francia Jacques Chirac, la fanfarria fue invitada a participar del “II Festival Internacional de Música Militar” realizado en la ciudad de Niza, convirtiéndose en la primer banda o fanfarria que haya pisado suelo europeo.
• Difusión del patrimonio musical argentino
La Fanfarria Militar “Alto Perú” como parte del proyecto de difundir el patrimonio musical argentino a realizado la grabación de dos
compactos, uno de marchas para caballería y otro con canciones patrióticas argentinas en conjunto con el coro de la Universidad de Belgrano. En todos los tiempos, los toques militares han existido y han animado a los ejércitos, especialmente a las unidades de caballería que los necesitaba para transmitir las órdenes.
Se la denomina fanfarria por las características de sus instrumentos, compuestos por instrumentos metálicos, de manera de poder ejecutar los sones a caballo y en movimiento. Por extensión también se reconoce como tal a aquellos agrupamientos que se encuentran capacitados para interpretar música montados a caballo. Los oficiales, suboficiales y soldados de la fanfarria usan en la manga izquierda de su uniforme el escudo "yo soy de los vencedores de pasco" que fuera otorgado por el capitán general y en jefe del Ejército Unido Libertador del Perú, el 18 de diciembre de 1820, a los granaderos que participaron en la batalla, librada el 6 de diciembre de 1820 por una división del ejército libertador al mando del general Juan Antonio de Arenales en las Sierras del Alto Perú, cerca de la ciudad de Pasco.

BANDAS MILITARES DEL EJERCITO DE LOS ANDES
Las bandas de música del Ejército de los Andes merecieron elogiosos comentarios en Chile y Perú. Damián Hudson en sus Recuerdos Históricos nos trae a la memoria estos conjuntos al referirse al juramento de las banderas en Mendoza: «A la hora conveniente el ejército de gran parada, se puso en marcha dirigiéndose a la plaza al son de cuatro músicas militares que poseían los cuerpos de infantería y de las bandas de cornetas de la caballería... las aclamaciones del pueblo se sumaron a las marciales armonías de las bandas de música, de tambores y clarines...». El mismo autor describe la partida de Mendoza del Ejército de los Andes, el 20 de enero de 1817: «Un inmenso pueblo estaba allí reunido para dar el adiós al ejército. Este salió de su campo de instrucción, llenando el aire los marciales acentos de sus músicas militares, de sus numerosas bandas de tambores y clarines, cuyos ecos repercutían en el pecho de cada uno de aquellos valientes. Al romper la marcha aquél, atronó el ámbito del campamento con vivas a la patria, al Ejército de los Andes, levantando en alto sus sombreros y pañuelos, mientras las ordenadas e imponentes columnas se alejaban y se perdían a lo lejos"
Las bandas más famosas del ejército de San Martín fueron las del batallón N° 8, que dirigía Matías Sarmiento, y la del batallón N° 11, que había obsequiada a San Martín el señor Rafael Vargas, acaudalado hacendado mendocino. En 1810 el señor Vargas había enviado a Buenos Aires a 16 de sus esclavos negros para que se les enseñara la música de instrumentos de viento, encargando a su apoderado que hiciera traer de Europa instrumentos, música y uniformes. Después de cuatro años regresaron los negros a Mendoza formando una banda completa de muy regular capacidad. Se supone que estos esclavos fueron alumnos de Víctor de la Prada, que en 1810 dirigía una academia de música instrumental en Buenos Aires (véase el Correo de Comercio del 24 de marzo de 1810). El General Jerónimo Espejo, en su libro El paso de los Andes, expresa: «Cuando en 1816 San Martín realizó la expropiación de los esclavos, el señor Vargas le obsequió la banda completa con su vestuario, instrumental y repertorio de música». El músico chileno José Zapiola en su libro de memorias. Recuerdo de Treinta Años, aporta interesantes detalles sobre las bandas del ejército patriota que transcribimos a continuación:
En 1817 entró en Santiago el Ejército que, a órdenes del Gral.San Martín había triunfado en Chacabuco. Ese ejército ingreso con dos bandas regularmente organizadas, sobresaliendo la del Batallón Nº 8 compuesto en su totalidad de negros africanos y criollos argentinos, vistiendo uniformes a la turca. Días después de la batalla de Chacabuco, se publicó el bando que proclamaba a Bernardo O'Higgins Director Supremo de Chile, el pueblo entero al oír aquella música, creía estar en la gloria, según decía. Estas bandas eran superiores a la única en poder de los realistas en el batallón Chiloé. Uno de estos conjuntos marchó al Sur con el Batallón N° 11; mientras la del Batallón Nº 8 quedó en Santiago. Mi afición a la música me hacía asistir a todas las horas en que esta banda funcionaba. Los oficiales me miraban como si perteneciera al batallón. Contraje amistad con el músico mayor, Matías Sarmiento, que tocaba el requinto y enseñaba a la banda, instrumento por instrumento, haciendo oír a cada uno su parte por separado, y siendo él el único que sabía algo de música; pues todos la ignoraban y aprendían de oído lo que él les repetía.
Este modo de aprender es muy difícil para el que enseña y para el que aprende; pero la costumbre había facilitado el trabajo; a lo que debe agregarse que las piezas que se ejecutaban eran de poca extensión, consistiendo en marchas, paso dobles y valses. El flautín de la banda me había enseñado a conocer los signos y algo de la escala de la flauta. En cuanto a los valores, los ignoraba completamente, y nada pude aprender en esa parte. Sarmiento, antes de enseñar a los demás, tenía que estudiar el primero y el segundo clarinete; los otros instrumentos acompañaban como podían; y como leía la música con mucho trabajo, yo, que me ponía a su lado cuando estudiaba, y le seguía con la vista en el infinito número de veces que tenía que repetir cada frase, aprovechaba para mí el prolijo estudio que él hacía. En 1820 era tambor mayor del Batallón N° 8, el sargento Moyano, cuya fisonomía estaba marcada por un horroroso chirlo que le atravesaba todo un lado de la cara. Este sargento tuvo parte principal en la entrega de las fortalezas del Callao, en que fue fusilado el heroico negro Falucho».

"200 AÑOS DEL 1º COMBATE NAVAL ARGENTINO"


La Secretaría General de la Presidencia de la Nación, por medio de la resolución 83/2011, declaró de interés nacional el “Acto conmemorativo del Bicentenario del Bautismo de Fuego de la Armada Argentina”.
Dicha resolución tiene por finalidad apoyar y destacar el valor histórico de ese acontecimiento en los albores de nuestra constitución como Nación.

El Miércoles 2 de marzo a las 00 horas, en el monumento al Coronel de Marina Juan Bautista Azopardo, que guarda sus restos, -entre las calles Pellegrini y la Barranca- se rendirá homenaje a quien comandara la escuadra que se batió contra los realistas en la Batalla Naval de San Nicolás. La Banda de Música ejecutará el Himno Nacional y se apostará una guardia de honor.
Por la mañana, a las 9.30, el Municipio de San Nicolás descubrirá una placa conmemorativa y la Armada Argentina colocará una ofrenda floral en el monolito que recuerda el hecho histórico, ubicado dentro del predio del Destacamento Vigilancia “Cuartel San Nicolás” del Ejército Argentino, en la intersección de las calles Colón y Necochea.
Luego, en el Monumento al Coronel de Marina Juan Bautista Azopardo, la Armada Argentina descubrirá una placa conmemorativa por el Bicentenario del Primer Combate Naval.
El acto central dará inicio a las 11 y consistirá en un desfile cívico militar sobre la avenida Juan Manuel de Rosas donde, al son de la Banda de Música de la Armada y de la Escuela Naval Militar, desfilarán efectivos navales y fuerzas vivas de la ciudad.
Finalmente, a las 21, se le impondrá el nombre de “Primer Combate Naval Argentino” al Anfiteatro Municipal –ubicado en Colón y España- donde artistas locales representarán la obra “Azopardo”.
RESEÑA HITORICA.
Determinado por la Junta de Buenos Aires crear una flotilla para que enfrentara en las aguas del Paraná el poder naval de los españoles y además abasteciera logísticamente al Paraguay, se determino encomendar la tarea a Don Juan Bautista Azopardo, un bravo marinero maltes al servicio de Buenos Aires.
El logro reunir tres naves inadecuadas para cumplir con la misión naval encomendada. Azopardo había arribado al Rió de la Plata y tomando patente de corsario al servicio de la bandera española, en cuyo carácter hizo un expedición al África. A su regreso de Buenos Aires, combatió contra los ingleses en sus invasiones y fue uno de los dos que se alistaron en las filas de la Revolución de Mayo. Estos ascendentes del marino sirvieron que la junta de Mayo le confiara la misión. Después de haber equipado las tres naves, dotándolas con treinta y tres cañones casi inservibles, se puso en marcha por las aguas del Paraná, debiendo navegar hasta Corrientes, en donde se encontraba el general Belgrano. Tenia pues que recorrer como 130 leguas.
Desde que la expedición se estaba organizando, el enemigo tenia conocimientos de ella, pues en Montevideo se había preparado secretamente otra escuadrilla de cuatro buques, mas poderosa que la de Buenos Aires, al mandó de Jacinto Romarate y pronto a hacerse a la vela al primer aviso. Así se fue que inmediatamente de tener conocimiento d la partida de la flotilla patriota, hizo las velas y se puso en su seguimiento.
Azopardo- al saber que las naves españolas se acercaban aproximo a la barranca del Paraná frente a San Nicolás, disponiéndose a esperar allí al enemigo, saco los cañones de dos de sus goletas, y con ellas formo baterías de tierra. Dejo solamente cincuenta tripulantes a bordo de la Invencible, que era la nave de mejores condiciones, y con el ánimo heroico de defenderse hasta la muerte, levanto la bandera al tope de los mástiles. Así preparado, espero resueltamente al enemigo.
El 2 de marzo de 1811 ambas escuadras se encontraron a la altura del actual Destacamento de Vigilancia. Calle Necochea- y se trabaron en cruento combate, reñido en los primeros momentos.
Las ventajas no tardaron en declararse a favor dela escuadra española, que estrechaba cada vez mas el circulo que habían formado rodeando a los patriotas. Las baterías de tierras fueron desmontadas, quedando solo a Invencible contra cuatro buques mas poderosos que al fin se lanzaron al abordaje. Desde ese momento, la lucha asumió proporciones horrorosas. Azopardo, entonces no pensó más que en morir defendiendo el honor de la expedición que se había confiado.
Al cabo de dos horas de combate, solo habían quedado 8 hombres de los 50 que tenía a bordo al principio de la lucha. Comprendió que era imposible continuarlas en aquellas condiciones, y se dispuso a darle termino, para lo cual se dirigió hacia la Santa Bárbara con el objeto de hacer volar el buque, pero la puerta que comunicaba a esta había sido cerrada por una mano anónima, y de ninguna manera pudo abrirla. Desesperado por este contratiempo, reunió un cajón de cartuchos, los derramo sobre la cubierta y pretendió hacer volar su buque, arrimando a la pólvora un amecha encendida, a fin que la goleta se hundiera con toda la tripulación y no cayera en poder de enemigo.
Los vencedores y los vencidos se llenaron de espanto: los españoles, asombrados ante su arrojo de héroe, le ofrecieron la vida Azopardo lleno de rabia y desesperación, arrojo al agua la mecha ya encendida, porque comprendió que no iba a poder hacer volar el buque y se entrego.
Azopardo fue conducido a Montevideo y de allí al famoso presidio de Ceuta, donde permaneció nueve años.
En 1820 debido a una insurrección que estalló en la península, fue liberado y pudo regresar a Buenos Aires, reincorporandose nuevamente al servicio de nuestra patria.

EL COMBATE DE SAN LORENZO















El río de la Plata y sus afluentes reconocían por únicos señores a los marinos españoles sitiados en Montevideo, quienes hostilizaban todo el litoral argentino. El gobierno de la revolución, para contrarrestarlos levantó baterías frente al Rosario y en Punta Gorda (aprox. 50 km. al norte de Rosario), pero el río Paraná continuaba siendo el teatro de sus continuas depredaciones. En octubre de 1812 fueron cañoneados, asaltados y saqueados los pueblos de San Nicolás y San Pedro.
Alentados por el éxito de estas empresas los realistas resolvieron darles extensión, como medio de hostilidad permanente. Organizaron sigilosamente una escuadrilla con el plan de remontar el río, destruir las baterías del Rosario y Punta Gorda, y subir hasta el Paraguay apresando en su trayecto los buques de cabotaje que se ocupaban del tráfico comercial con aquella provincia. Se confió la dirección del convoy al corso español Rafael Ruiz, y al mando de la tropa de desembarco al capitán Juan Antonio Zabala. En enero llegaron estas noticias al gobierno de Buenos Aires, que mandó desarmar las baterías del Rosario, por no considerar conveniente su defensa. Al mismo tiempo, dispuso se reforzasen las baterías de Punta Gorda y ordenó al coronel del recientemente creado Regimiento de Granaderos a Caballo, José Francisco de San Martín que con una parte de su regimiento protegiese las costas del Paraná desde Zárate hasta Santa Fe.
La expedición naval realista, procedente de Montevideo, penetró por las bocas del Guazú a mediados del mes de enero de 1813. Se componía de 11 embarcaciones armadas, tripuladas por 300 hombres. Aunque retrasada la expedición por los vientos del norte, San Martín apenas tuvo tiempo de salir a su encuentro a la cabeza de 140 granaderos y destacó algunas partidas para vigilar la costa del río. El 28 de enero la flotilla enemiga pasó por San Nicolás. El 30 subió más arriba del Rosario, sin hacer ninguna hostilidad. El comandante militar del Rosario, don Celedonio Escalada, reunió la milicia para oponerse al desembarco. Consistía su fuerza en 22 hombres armados, 30 de caballería y un cañoncito manejado por media docena de artilleros.
En la noche levaron anclas los buques españoles, y el día 30 amanecieron frente a San Lorenzo, veintiséis kilómetros al norte del Rosario, anclando a 200 metros de la orilla. Las altas barrancas, escarpadas como una muralla, sólo son accesibles por los puntos en que la mano del hombre ha abierto sendas, practicando cortaduras. Sobre la alta planicie que corona la barranca se levanta el convento de San Carlos. Un destacamento español desembarcó con el objeto de requerir víveres a los frailes y ante la llegada de Escalada, que con 50 hombres constituía la avanzada de San Martín, se replegó a sus naves. En la noche del 31 fugó de la escuadrilla el paraguayo José Félix Bogado. Por él se supo que toda la fuerza de la expedición realista no pasaba de 350 hombres. Inmediatamente transmitió Escalada esta noticia, y uno de sus mensajeros encontró al coronel San Martín al frente de los granaderos, cuya marcha se había retrasado en dos jornadas respecto de la expedición naval española. Sin estas circunstancias casuales, que dieron tiempo para que todo se preparase convenientemente, el combate de San Lorenzo no habría tenido lugar.
San Martín, con su columna, seguía a marchas forzadas. En la noche del día 2 de 'febrero, llegó a la posta de San Lorenzo, distante cinco kilómetros del convento. Allí encontró los caballos que Escalada había hecho llevar a modo de remonta. Esa misma noche la columna patriota arribó al convento de San Carlos, en San Lorenzo. Todas las celdas estaban desiertas y ningún rumor se percibía en los claustros. Cerrado el portón, los escuadrones echaron pié a tierra en el gran patio del convento, prohibiendo el coronel que se encendiesen fuegos, ni se hablara en voz alta. San Martín, provisto de un catalejo, subió a la torre de la iglesia y se cercioró de que el enemigo estaba allí por las señales que hacía por medio de fanales. Seguidamente reconoció el terreno vecino y, tomando en cuenta las noticias suministradas por Escalada, formó inmediatamente su plan.
Al frente del convento se extiende una alta planicie, adecuada para las maniobras de la caballería. Entre el atrio y el borde de la barranca acantilada, a cuyo pie se extiende la playa, media una distancia de poco más de 300 metros, lo suficiente para dar una carga de fondo. Con estos conocimientos, San Martín dispuso que los granaderos saliesen del patio y se emboscaran formados tras los macizos claustros y las tapias posteriores del convento. Al rayar la aurora, subió por segunda vez al campanario provisto de su anteojo militar. Pocos momentos después de las cinco de la mañana las primeras lanchas de la expedición española, cargadas de hombres armados, tomaban tierra. Eran dos pequeñas columnas de infantería en disposición de combate. San Martín se puso al frente de sus granaderos y arengó a quienes por primera vez iba a conducir a la pelea. Después de esto tomó el mando del 2º escuadrón y dio el del 1º al capitán Justo Bermúdez, con prevención de flanquear y cortar la retirada a los invasores: "En el centro de las columnas enemigas nos encontraremos, y allí daré a Ud. Mis órdenes." Los enemigos, unos 250 hombres, venían formados en dos columnas paralelas con la bandera desplegada y traían dos piezas de artillería al centro. En aquel instante resonó por primera vez al clarín de guerra de los Granaderos a caballo. Salieron por derecha e izquierda del monasterio los dos escuadrones, sable en mano y en aire de carga, tocando a degüello. San Martín llevaba el ataque por la izquierda y Bermúdez por la derecha. El combate de San Lorenzo tiene de singular que ha sido narrado con encomio por el mismo enemigo vencido: "Sin embargo, de la primera pérdida de los enemigos, desentendiéndose de la que les causaba nuestra artillería, cubrieron sus claros con la mayor rapidez, atacando a nuestra gente con tal denuedo que no dieron lugar a formar cuadro."
Las cabezas de las columnas españolas desorganizadas en la primera carga, que fue casi simultánea, se replegaron sobre las mitades de retaguardia y rompieron un nutrido fuego contra los agresores, recibiendo a varios de ellos en la punta de sus bayonetas. San Martín, al frente de su escuadrón, se encontró con la columna que mandaba en persona el comandante Zabala. Una descarga de fusilería mató a su caballo y le derribó en tierra, quedando aprisionada bajo el corcel ya muerto una de sus piernas. Trabase a su alrededor un combate parcial de arma blanca, recibiendo él una ligera herida de sable en el rostro. Un soldado español se disponía a atravesarlo con la bayoneta, cuando uno de sus granaderos, llamado Baigorria, traspasó a realista con su lanza. San Martín habría sucumbido en aquel trance, si otro de sus soldados no hubiese venido en su auxilio, echando pie a tierra y arrojándose sable en mano en medio de la refriega.
Con fuerza y serenidad Juan Bautista Cabral, desembaraza a su jefe del caballo muerto y recibe, en aquel acto, dos heridas mortales, gritando con entereza: ¡Muero contento. Hemos batido al enemigo!
El capitán Bermúdez, a la cabeza del escuadrón de la derecha, hizo retroceder la columna que encontró a su frente. La victoria se consumó en menos de un cuarto de hora. Los españoles, desconcertados y deshechos por el doble y brusco ataque, abandonaron en el campo su artillería, sus muertos y heridos, y se replegaron haciendo resistencia sobre el borde de la barranca, donde intentaron formar cuadro. La escuadrilla rompió fuego para proteger la retirada, y una de sus balas hirió al capitán Bermúdez en el momento en que llevaba la segunda carga. El teniente Manuel Díaz Velez, que lo acompañaba, arrebatado por su entusiasmo y el ímpetu de su caballo, se despeñó de la barranca. Los últimos dispersos españoles se lanzaron en fuga a la playa baja, precipitándose muchos de ellos al despeñadero. Los granaderos tuvieron veintisiete heridos y quince muertos.
San Martín suministró generosamente víveres frescos para los heridos enemigos, a petición del jefe español. A la sombra de un pino añoso, que todavía se conserva en el huerto de San Lorenzo, firmó el parte de la victoria.
El combate de San Lorenzo fue de gran trascendencia para la revolución. Pacificó el litoral de los ríos Paraná y Uruguay, dando seguridad a sus poblaciones; mantuvo libre la comunicación con Entre Ríos, que era la base del ejército sitiador de Montevideo; privó a esta plaza del auxilio de víveres para prolongar su resistencia; conservó franco el comercio con el Paraguay, que era una fuente de recursos y, sobre todo, dio un nuevo general a sus ejércitos y a sus armas un nuevo temple.