A través de este relato, cabe un acto de justicia recordar a las mujeres que, en los albores de la Patria, cimentaron junto al hombre las bases de una nueva nación.
Es justo recordar con gratitud a las patricias que desde cualquier condición social o económica, probaron su valor en defensa de la tierra natal enfrentando al invasor ingles en los años 1806 y 1807. Nombres como Manuela Pedraza, Martina Céspedes, Luisa Guerra, Josefa Voraz y Agustina Avance, indignadas con Sobremonte por considerarlo un traidor, hacen públicas cartas transgresoras y francamente revolucionarias.
Famoso fue y hoy está casi olvidado el nombre de Jerónima San Martín, que fue abuela de Mariano Balcarce esposo de Mercedes, hija de San martín. Patriota entre patriotas, vestía siempre de azul y blanco y cubría su cabeza con el “gorrito de la libertad” que no era otro que el rojo gorro frigio que ella puso de moda entre las mujeres. Esta mujer tenía una vos privilegiada y era su mayor orgullo cantar la canción patria en los aniversarios del 25 de Mayo.
La nación también se hizo en los salones. Por aquellos años en que los ejércitos luchaban por las tierras de América, las antiguas tertulias se transformaron en salones literarios y políticos, llevando los mismos nombres femeninos, como los salones de las Riglos, de Flora Azcuénaga, de Tomasa de la Quintana de Escalada, de Mariquita Sánchez, Joaquina Izquierdo, Isabel Cazamayor de Luca, son ejemplos de esta virtuosa costumbre. El más importante fue sin duda el de Mariquita Sánches, la rebelde enamorada fue la más brillante y apasionada mujer de su época. En su casa Toribia Escalada de Reyes Marin cantó por primera vez nuestro himno Nacional.
Imposible sería hablar de la actitud de la mujer en la historia de la emancipación sin mencionar la Asociación Patriótica. Esta se constituyo en el hogar ilustre de Antonio José de Escalada, que se convertiría en el padre político de San Martín. En el salón su esposa Tomasa de la Quintana recibe en el año 1812 a un grupo de señoras comprometidas a contribuir con su donación a la compra de fusiles destinados a armar los ejércitos de la Patria. Entre las donantes figuran, además de la dueña de casa, su hija Mercedes, sus hermanas María Eugenia y Nieves, Angeles Castelli, Carmen Quintanilla y muchas más. Solicitaban sea grabado su nombre en la culata de cada fusil en el que, quedarían impreso: “Yo arme el brazo de ese valiente, que aseguró su gloria y nuestra libertad”.
Patricias también fueron muchas desconocidas humildes mujeres de pueblo, que donaron sus únicos tesoros materiales, junto a lo más caro de sus corazones, como la esposa de Silverio Arriola dio: “dos peso y a su hijo Nicolás para el servicio que estime la Junta”. María Eugenia Segovia, esclava, entrega “un peso fuerte y ofrece sus servicios y el de sus hijos” y la parda Basilia Agüero dos reales.
Mujeres empeñando la armas
Valientes mujeres-solado pelearon en nuestro extenso territorio. En la frontera norte la presencia de la mujer es legendaria. Juana Azurduy, que sigue a su esposo el caudillo Manuel Asencio Padilla a quien ve morir en la batalla de Vilona. Esta extraordinaria mujer da a luz y pierde a sus cuatro hijos sin atención ni más cuidados que los que ella misma les brinda, sin abandonar jamás la lucha. Como Martina Silva de Gurruchaga que en su estancia adiestra y convierte a un grupo de paisanos en solados que junto a ella y al General Belgrano vencen al General español Tristán en la batalla de Salta. Por su valentía el gobierno le concedió el grado de Capitana del ejército. Murió ciega y carente de recursos, es la única mujer que descansa junto al General Guemes en el panteón de las Glorias del Norte.
Macacha Guemes de Tejada era hermana del paladín Martín Miguel de Guemes, jineta insuperable, la bella Macacha disfrazada de varón, cabalgaba en pelo por las tierras ocupadas por el español, trazando planos con la ubicación de sus fuerzas. Fue la mano derecha de su hermano. Murió en 1866 y su patriotismo, belleza y amor fraterno aún es tema de leyendas romancescas.
Generoso apoyo de las mujeres de Cuyo
Desde entonces el libertador siempre contó, para sus altos planos con la valiosa contribución de mujeres, donde no se cocía un uniforme, se bordaba una bandera, o se tejía un poncho para los soldados. Eran las emblemáticas Damas Mendocinas, entre ellas estuvieron su mujer Remedios de Escalada, Dolores Prats de Huisi, Margarita corvalán, Mercedes Alvarez y Laureana Ferrari.
Un día la señora Ferrari y Remedios de Escalada salieron a recorrer los comercios. Al pasar por una tienda el tendero le salió al encuentro y les ofreció sus mercancías. Y grande fue la alegría cuando entre aquellas pocas piezas de telas encontraron un retazo "color de cielo", como quería San Martín. Inmediatamente Remedios se puso a cocer la bandera mientras los demás preparaban las sedas y demás menesteres. Una vez aceptado el modelo del escudo de armas se trazó en el centro de la bandera y fue bordado en seda. A la bellota de la borlita del gorro y a los ojos del sol, se le pusieron pequeños diamantes para mayor viveza, así como el aro que formaba el óvalo semejando una cinta de listas envueltas, la lista del medio de ella era adornada de sartitas de alcofar.
El 5 de Enero de 1817 la bandera fue bendecida en la Iglesia Matriz de Mendoza. Luego la bandera y la virgen del Carmen fueron conducidas hasta un tablado levantado ante la Plaza Mayor, donde estaban las tropas alineadas. Entonces el general tomó la bandera y exclamó: " soldados esta es la primera bandera independiente que se ha levantado en América".
La presencia histórica de la mujer, su influencia en el orden moral, social y político a través de los tiempos y las civilizaciones, es un factor innegable y reconocido. Desde Nuestro lugar no queda más que rendirles a estas nobles pioneras argentinas, un conmovido homenaje de eterna gratitud.
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