Conocemos al General San Martín como un excelente estratega en el arte de la guerra, venciendo a los enemigos de la patria tanto en el campo de batalla como fuera de el. También lo admiramos como gran político, gobernando a las provincias de Cuyo, donde su honestidad y capacidad administrativa son ejemplos a imitar.
Sin embargo el ser del General involucra otros hábitos y destrezas que completan y engrandecen aún más su particular personalidad.
Relatos de sus contemporáneos y de quienes lo conocieron:
San Martín repetía con frecuencia que la vocación de su juventud habían sido la marina y la pintura. Con ellas, -decía- podría ganar su vida pintando paisajes de abanico. (Bartolomé Mitre "Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana").
Una faceta poco conocida de San Martín fue su vocación artística que le llevó a pintar encantadores paisajes del Paraná. Existe una versión sin confirmar que dice que el Archivo del Museo del Louvre se custodian dos cuadros al óleo, obra suya. (Julio César Gancedo "San Martín y la Cultura").
San Martín concibió y diseñó, con vocación artística, uniformes, escudos y banderas. Dio gran importancia a los símbolos nacionales y a todo lo que significa, como el atuendo militar, identificación con una causa. Apenas se le designa jefe de Granaderos, les diseña su uniforme. (Julio César Gancedo "San Martín y la Cultura").
El ajedrez, ese juego generalmente reputado de carácter militar, que según se sabe era recomendado y aun prescripto por Napoleón el Grande, San Martín lo desempeñaba bien aventajadamente como lo veíamos cuando la formación del Ejército en Mendoza. (Gral Espejo).
Era muy entendido, además del ajedrez, en El Centinela y La campaña, juegos guerreros que estuvieron en boga en Europa desde el primer decenio del presente siglo, y muy semejantes a La Batalla, que don Carlos de Pravia describe en su "Manual de Juegos", dado a luz en París, en 1869. (Gral Espejo).
El general Adolfo S. Espíndola sintetiza así la vinculación de San Martín con los libros: “San Martín constituye, sin duda, un caso notable en la historia militar universal, de un gran Capitán que desarrolló sus gloriosas campañas llevando consigo su “librería”, a través de montañas, de campos y del mar.
En cada ciudad donde hace pie, desmonta del caballo y funda -como quien planta un monolito- una biblioteca. En Mendoza, en Santiago de Chile y en Lima. En su primer testamento de 1818 ya destina sus libros para la futura Biblioteca Mendocina. (Julio César Gancedo. San martín y la Cultura).
¿cómo era el Dr. José de San Martín, protagonista en la Cultura? Porque, en verdad, a los fines de este trabajo interesa más que “San Martín y la Cultura”, “San Martín en la Cultura”. ¿Quién era ese joven guitarrista que quiso ser algo más que un aficionado, “músico de oído”, y estudió y se perfeccionó y buscó su maestro y fue aventajado alumno del profesor catalán don Fernando Macario Sors? ¿Quién era ese Protector del Perú, aficionado al teatro, según nos lo presenta el historiador Manuel N. Vargas, cuando cuenta que “para estimular esa actividad cultural, San Martín visitaba de noche o iba al teatro con algún amigo, a quien convidaba con la entrada, no permitiendo que a él, el Protector, se le admitiera de balde?”. Julio César Gancedo).
El conductor, que no olvida la acción psicológica y la guerra de zapa, el estadista, que asegura la victoria consolidando el frente interno; el caudillo, que pone a un pueblo en pie para llevarlo al heroísmo; “el hombre de mundo”, como lo califica Vicuña Mackenna, y el que se aparta del mundo, es el mismo; el mismo que colorea litografías o da los colores imborrables al símbolo peruano; el mismo que puntea su guitarra con estilo gaditano y canta, como recuerda Vicente Pérez Rosales, con voz de bajo el Himno Argentino en Santiago de Chile, himno que según Carlos Vega, y lo corrobora Vicuña Mackenna, se lo tomaba como propio en ambos flancos de los Andes. Y el mismo que con su veredicto hace nacer el Himno Nacional del Perú.
En la mesa de cuartel, que presidía el coronel D. Tomás Guido, se empleaban diez pesos diarios en comestibles. El comía una sola vez al día, y eso en la cocina, donde elegía dos platos, que despachaba de pie, en soldadesca conversación con su negro cocinero, rociándolos con una copa de vino blanco de su querida Mendoza. El plato predilecto del General San Martín era el asado, y así como otros convidan a tomar sopa, él convidaba a "tomar el asado". José Luis Busaniche (Relatos de Contemporáneos).
Comenzaba su tarea, casi siempre a las cuatro de la mañana, preparando apuntes para su secretario, obligado a presentársele a las cinco. Hasta las diez se ocupaba de los detalles de la administración del ejército, parque, maestranza, ambulancias, etc., suspendiendo el trabajo a las diez y media. Desde esa hora adelante, recibía al Jefe de Estado Mayor, de quien tomaba informes y a quien daba la orden del día. Sucesivamente concedía entrada franca a sus jefes y personas de cualquier rango, que solicitaren su audiencia. (José Luis Busaniche)
Por la tarde recibía visitas o hacía corto ejercicio, y al anochecer regresaba a continuar su labor, imponiéndose de la correspondencia del día, tanto interna como del exterior, hasta las diez, que se retiraba a su aposento y se acostaba en su angosto lecho de campaña, no habiendo querido, fiel a sus antiguos hábitos, reposar nunca en la cama lujosa que allí le habían preparado. Mas este régimen era con frecuencia interrumpido por largas vigilias, en las que meditaba y combinaba operaciones bélicas del más alto interés. (José Luis Busaniche).
Era de una inteligencia perspicaz y privilegiada. Como militar, era diestro y experimentado: estratégico como pocos; matemático y previsor sin igual. Está comprobado en la América y el mundo todo; y testimonio son la guerra de la Península, y sus grandes empresas de restauración de Chile y de libertad del Perú." (Gral Espejo)
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